Sigue haciendo calor, mucho calor, sigue sin llover y
no hay perspectivas de que lo haga ni a corto ni a medio plazo. Ya ha pasado
septiembre, octubre, estamos en noviembre…; desde el punto de vista de nuestro
medio ambiente está siendo el otoño más absurdo y desagradable del que tengo
memoria. Nuestros montes necesitan agua, necesitan frío, y lo necesitan ya.
Pero nada es del todo malo, excepto Satanás. Estos
extraños y agobiantes meses nos están regalando unos crepúsculos
extraordinarios. Hace un rato, desde el río, se veían así las últimas luces del
día, de un día más, seco y caliente como un diablo.
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