¿Por qué no? Se le ve en paz. |
El día de Todos los Santos, identificado popularmente
con el recuerdo de los muertos y las visitas a los cementerios, tiene, creo yo,
otra dimensión que normalmente no contemplamos, y que a mi me gusta mucho más
porque la veo más honda, con consecuencias.
¿A qué dimensión me refiero? La de hacer justicia a
todos los olvidados, a todos los despreciados, a todos los “discretos”. La de
dejar claro que, no es oro todo lo que reluce, ni todo el oro reluce. La de
hacernos caer en la cuenta, de que ha habido y hay miles de personas, buenas,
honestas, trabajadoras, abnegadas, con una capacidad de amor y entrega
inauditas, y que viven y mueren en el más absoluto anonimato, quizá
perseguidas, a menudo despreciadas, ninguneadas, olvidadas…¿olvidadas? ¡No! Hoy
es su día.
Es ésta una antigua convicción de la Iglesia ; la convicción de
que hay mucha gente que ha vivido y vive el Evangelio con coherencia y valentía,
pero con tal humildad y tan gran discreción, que casi nadie se ha enterado, ni
se entera de su existencia. Sus vidas santas han estado ocultas en “el montón”,
o a veces, incluso han sido vidas tachadas de raras, heterodoxas, demasiado
diferentes, poco “ejemplares”, vidas para olvidar…
Y es que, habitualmente, los grandes para nosotros no
suelen ser los grandes a los ojos de Dios. Y la Iglesia , aunque parezca
mentira, esto siempre lo ha sabido.
Ojalá tengamos los ojos bien abiertos, para poder
identificar a todos estos hombres y mujeres, estén o no ahora entre nosotros, y
gozar de su vida y de su ejemplo. Para todos ellos, el día de Todos los Santos
es un acto de justicia.
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