La norte del Vignemale, la montaña de Russell. |
Como en la primera entrada de esta sección dije, voy
a contaros algo de la vida del Conde Russell. La voy a contar sólo por encima
encima ya que si os interesa saber más de él no tenéis más que teclear en
google su nombre y os aparecerán algunas biografías suyas mucho más detalladas.
Esto son sólo cuatro pinceladas.
Mi buen amigo el Señor Conde, cuyo nombre completo
era Henry Patrick Marie Russell-Killough nació en Toulouse, Francia, un 14 de
febrero de 1834. Fue el primogénito de un matrimonio entre dos nobles, ella
francesa y él irlandés, y aunque vivió gran parte de su vida en Francia y
escribió sus obras en francés, fue “oficialmente” ciudadano británico.
En su juventud se enamoró de una joven gala a la que
conoció en Paris. No llegó a casarse por expresa prohibición de su padre, “rabiosamente”
católico, ya que la moza en cuestión era hija de un pastor protestante. Russell
le dijo a su padre que o ella o ninguna, y fue ninguna para el resto de su
vida.
Como aristócrata que era, pudo vivir de renta, aunque
también se sacaba unos dineros escribiendo sobre sus aventuras, escritos que publicaba
en diversas revistas.
Russell, hijo de su tiempo, era un romántico de pies
a cabeza. Vivió la vida intensamente y fue en la naturaleza donde encontró la
razón de ser de su existencia; una naturaleza, entonces, libre y salvaje.
Recorrió el mundo en barco, en trineo, en diligencia,
andando, a caballo…Patagonia, Perú, Brasil, Siberia, China, Nueva Zelanda,
India, Himalaya, Grandes Lagos en Norteamérica, el Misisipi, los
Alpes…
Y acabó en los Pirineos. Acabó enamorándose de ellos
hasta las trancas, dedicándoles su vida entera, recorriéndolos de este a oeste,
de norte a sur, conquistando cimas, descubriendo valles, abriendo itinerarios
que hoy en día aún podemos seguir.
Pero de toda la cordillera hubo una montaña que lo
cautivó de un modo muy especial, hasta el punto de comprársela y construir en
ella unas cuevas donde pasaba largas temporadas en verano. Sin entender para
qué quería el Señor Conde aquel “montón de piedras y hielo”, se la arrendaron durante 100 años por una cantidad irrisoria. Esta preciosa montaña es el
Vignemale, de 3298
metros . Los escritos de las estancias en su montaña son
memorables, y tristísima la despedida cuando la bajó por última vez sabiendo que
nunca más podría volver a subirla.
Murió en Biarrtitz, el 3 de febrero de 1909 a los 75 años. Sus
restos descansan en el panteón familiar, en Pau, ciudad en la que vivió gran
parte de su vida, cuando no estaba en sus queridos Pirineos, pero desde donde
los días claros los contemplaba altivos recortados contra el cielo del sur.
Es el texto reproducido a continuación, la
declaración de amor de Russell a sus queridas montañas. Lo escribe en su libro Recuerdos de un montañero.
"He visto bastantes montañas: el Himalaya, los
Andes, los picos fúnebres de Nueva Zelanda, los Alpes y el Altai; todas, más
nevadas que ahora. Durante toda mi vida he amado, yo diría que he adorado a las
montañas, ascendiéndolas con pasión. Puedo comparar entre sí a muchas de ellas;
pero, por ciego que sea el amor, creo tener razón al admirar más que nunca a
los Pirineos, a su cielo tan azul y limpio, a sus hielos resplandecientes, a
sus aspectos vaporosos, a las llanuras ardientes y aterciopeladas adormecidas
en su base bajo el sol más hermoso, y a esas aguas maravillosas que escapan de
las nieves con furor, para calmarse enseguida sobre céspedes horizontales y
serpentear en silencio entre tapices de flores tan raras y encantadoras que
apenas nadie osa caminar sobre ellas. En la naturaleza pirenaica existe una
poesía extrema, una armonía de formas, colores y contrastes que no he visto en
ninguna otra parte"
NOTA:
Si queréis conocer más al Señor Conde os aconsejo dos
libros:
Recuerdos
de un montañero de Henry
Russell, Ed. Barrabés, Zaragoza 2002.
Yo,
Henry Russell de Alberto
Martínez Embid, Ed Prames, Zaragoza 2005
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