Una de
las preguntas que les podía salir en el examen oral que he hecho estos días a
mis alumnos de filosofía era la siguiente:
La
democracia es tanto más defectuosa, cuanto más bajo es el nivel cultural de los
ciudadanos. Dime si piensas que es cierta esta afirmación y justifícalo.
Todos
a los que les salió la pregunta dijeron que sí, que era cierta, y luego la
justificaron bastante bien, alguno incluso de modo brillante. La respuesta
estaba en la página 26 del libro, con el título ¿Para qué sirve la filosofía?
Y dice
que tiene cinco utilidades. La primera, que ayuda a tener una visión panorámica
del mundo en el que vivimos. La segunda, estimula una actitud reflexiva y
crítica. La tercera, permite elaborar argumentaciones coherentes lo que
facilita el diálogo y el consenso. La cuarta, desarrolla una capacidad de
análisis, que aplicada a la realidad, aporta una comprensión de ella, necesaria
para su transformación. Y la quinta, coopera en la formación ética y cívica,
como consecuencia de todo lo anterior, lo que permite la convivencia pacífica
de los individuos en una sociedad abierta, pluralista y democrática.
¡Bien!
Para eso sirve la filosofía, y yo lo creo firmemente. Creo que sí es
extraordinariamente útil. Porque una persona que trabaje en su vida estos cinco
aspectos, aunque no tenga títulos universitarios, ni masters, ni cursos de
actualización, ni porras fritas con chorizo, será una persona culta, cultivada
en lo más importante y necesario que deberíamos cultivarnos todos, en el ser
persona entre personas, y tener conciencia de ello.
Conozco quienes sin títulos académicos de ningún tipo, son
extraordinariamente cultos. Observan, analizan, reflexionan, justifican sus
planteamientos y actúan en consecuencia. Y son gente libre, difícil de
manipular, a menudo tan discretos que ni se les ve. Pero son como la levadura
en la masa.
Cuanta
más gente haya así en una sociedad, mejor funcionará y la democracia, será más
vigorosa y más cierta, a salvo de manipuladores y cantamañanas, sorda a los
cantos de sirena que nos llevarían, si les escuchásemos, a los arrecifes.
Pero
el sistema educativo, obsesionado por las ciencias y las tecnologías,
absolutamente sobrevaloradas, ignora y desprecia lo que de verdad mueve la
historia, que no es el dinero, sino las razones de fondo que explican por qué
“poderoso caballero es don dinero”, como diría Quevedo. Y conocer estas
razones, analizarlas, reflexionar críticamente, y buscar otras formas de
organizar el mundo debidamente argumentadas, es la primera tarea que hay que
afrontar para mejorar nuestra sociedad. Y esto es filosofía.
A
veces pienso algo muy feo, y enseguida lo “despienso”, porque no soy amigo de
paranoias. Ese desprecio por el latín, el griego, la historia, la filosofía,
las humanidades en suma, ¿no estará programado deliberadamente para mantener a
la sociedad en un permanente estado de estupidez colectiva? Así, a falta de
cultura y de criterio, se podrá manipular mejor al personal.
Sin
raíces, sin cultura, sin criterio. Pan y circo. No es nuevo, eso ya lo
inventaron los romanos, pero sigue siendo demasiado actual para mi gusto. Y lo
pagamos, lo estamos pagando.
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