Así era la portada del libro que leímos, ¿no? Aún lo tengo. |
Sucedió
ayer, en la cena de Navidad de del “cole”. Fuimos a Valencia, al restaurante
regentado por un antiguo alumno, donde, dicho sea de paso, cenamos muy bien.
Me
acordaba perfectamente de él y de su hermana, que también fue alumna, aunque
hacía muchísimos años que no les veía. Cuando llegué, después de los saludos
pertinentes, me tendió un libro y me pidió que se lo dedicara. Era “El camino”
de Miguel Delibes. Quería tenerlo dedicado por mí, el “profe” de lengua con
quien lo leyó, con quien lo disfrutó. Y no se le había olvidado.
¡Qué
más puede pedir un viejo “profe” de lengua española, ya prejubilado! Quiero
agradecerle públicamente a mi alumno este más que bonito gesto. Quiero
agradecértelo. No sé si sabrás, amigo, la importancia que tiene para mí lo que
hiciste. Además justamente con ese libro, con un libro de Miguel Delibes y en este momento de mi vida.
Me
dices, sin palabras, que ha tenido sentido el trabajo que durante 35 años he
hecho. Justificas mi vocación de maestro. No puedo pedir más. Sólo agradecer.
Me fui
contento a casa y dormí plácidamente. Me dejaste la sensación de haber cumplido
con mi deber, de haber sido fiel a mi vocación. Y eso sienta bien, porque
también pesan en el alma, cuando miras atrás, los errores cometidos, el cansancio
de los años, ciertas ingratitudes, inevitables decepciones. Son las sombras, y
aunque afortunadamente veo más luces que sombras, siempre se agradece un buen
chorro de luz. Un chorro de luz como el que tú me diste.
Sin
embargo, y eso lo hablamos, ¿verdad?, justo el día antes, anteayer, hablaba con
la compañera que me ha sustituido, y me dijo que mayoritariamente, el libro de
“El camino”, no les había gustado a los alumnos de 3º de ESO, que lo leían este
año. Tú lo leíste en lo que ahora es 1º de ESO. Casualidades.
Casualidades
que dan mucho que pensar. Pero esto será tema de otra entrada. Hoy, víspera del
día de Nochebuena no quiero ponerme serio. Además, no quiero oscurecer estas
líneas, quiero que trasmitan la luz limpia de tu gesto.
Tuyo
es un ejemplar de “El camino” de Miguel Delibes, dedicado por Isabel y por mí.
Nuestra, la experiencia que vivimos juntos con Daniel “el Mochuelo”, con Roque
“el Moñigo” y con Germán “el Tiñoso” en aquel pueblecito de montaña. Y mía, la alegría que me da tu gratitud.
Llego a tu blogs por casualidad navegabdo y buscando por la red. Y, especialmente, esta entrada me atrapa.
ResponderEliminarEntiendo la gratitud que se debe sentir al descubrir que la memoria no pliega sus alas y tapa su boca sino que al acercarse y enseñarte ...ese camino... Los pasos desandan lo vivido.
Yo comencé a escribir gracias a mi profe de lengua y leteratura. Le recuerdo con un cariño especial y espero reencontrarle para agradecer... Por mucho, por todo eso que sólo eres consciente con el paso de los años...en camino.
Un saludo de luz