Recién
llegado de unas convivencias con alumnos de 2º de bachiller, escribo estas
líneas con la intención de dejar bien clara la importancia, desde mi experiencia personal, de este tipo de
actividades que son una carga extra de trabajo para los profesores y además, la
aceptación de un riesgo nada desdeñable.
Recuerdo
a una alumna de las que estaban hoy que, al acabar, hace cinco años, la
convivencia de 1º de ESO me dijo: “¿Por qué no nos quedamos más tiempo? Aquí
se está muy bien”. Y aunque eran aún pequeños, había sido una convivencia seria y
exigente.
Estos
dos días, el sentimiento de “aquí se está muy bien”, ha sido particularmente
intenso en la celebración de la eucaristía, aunque ha impregnado todo desde el
principio. El hecho añadido de que el año que viene cada uno seguirá su camino
por el ancho mundo, y ellos lo saben, ha acentuado aún más este
sentimiento.
Pero
esto está escrito. No lo olvidemos. En el pasaje del Evangelio donde se nos
narra la Transfiguración, Pedro le dice a Jesús, "¡Señor, qué bien se está aquí!
Si quieres, hago aquí tres chozas…" Casi las mismas palabras que me dijo mi alumna. Y es que es tan extraordinario lo que Pedro, Santiago y Juan viven en el monte Tabor, que no
quieren que se acabe. Quieren quedarse allí. Están saboreando la felicidad, el
sentido pleno de la vida. ¡Cómo dejarlo!
Pero
Jesús baja del monte, vuelve al mundo. Sigue viviendo en la realidad cotidiana
y confusa, y acaba detenido, sentenciado y muerto en la cruz.
Y
ellos, los jóvenes que hoy saboreaban exultantes la experiencia, han de volver
al mundo. Han vuelto ya. Y el mundo los zarandeará, ya los zarandea; los
lanzará a caminos sin posadas; les hará perder el norte una y mil veces… Y en ocasiones, la noche será oscura, y podrán hacer suyas las palabras del himno, “una
sombría y honda desolación me embarga, y siento el alma triste, hasta la
muerte triste...”
Y en
ese momento, el recuerdo de experiencias como éstas puede ser como un faro que
brilla indicando el puerto. Fui feliz, amé y me sentí amado, la vida tuvo
sentido. Y de este modo, el recuerdo de esa certeza, podrán vivirlo como la
presencia del Padre en sus vidas, y decirle, "mas entonces me miras... y se
llena de estrellas, Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas, con la
cruz que llevaste, me es dulce caminar".
He
dedicado largas horas de mi vida a participar de muchas formas distintas en
convivencias. Creo que es algo que tiene pleno sentido. Porque vivir es difícil, y mucho más sin la ayuda de la fe, sin el aliento de la esperanza, y sin querer y sentirnos queridos. Y son estos encuentros, que han
venido a llamarse convivencias, ocasión para, si está en nuestras manos,
regalar a los niños y a los jóvenes esa experiencia de luz que a algunos de nosotros nos
regalaron.
NOTA:
El himno al que aludo es de José Luis Blanco Vega S.J. Próximamente le dedicaré
una entrada.
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