Pasó
el otro día, y fue uno de esos momentos que te reconcilian con la humanidad. Un
momento fugaz que surgió de un modo tan natural, tan espontáneo, que casi me da
miedo describirlo por si, sin querer, lo estropeo de algún modo. Pero os lo voy
a contar porque tampoco me parece justo disfrutarlo yo solo.
Andaba
por el monte con un grupo de unos cincuenta chavalillos y chavalillas de unos doce
o trece años. Junto a mí, iba alguien a quien sabíamos todos que la marcha de
doce kilómetros le estaba costando más que a los demás, pero que la estaba
haciendo con un esfuerzo, un valor y una alegría, admirables.
Llegados
a un punto en que el camino se hacía escarpado, les dije que esperaran para
adelantarme, ojearlo, y asegurarme de que era factible pasar por allí. Y lo era, así que les di
paso.
Había
que ascender un terraplén entre grandes bloques de roca. Enseguida me acordé de
mi admirable acompañante que se había quedado, abajo, en el grupo.
No tuve tiempo de bajar a ayudarle. Sus compañeros, de un modo rápido, sin que
mediara orden alguna por mi parte, formaron un camino por el que ascendió sin
ninguna dificultad, de brazo en brazo, de mano en mano, arropada por espontáneas
palabras de ánimo.
Desde
donde yo estaba la imagen era preciosa, conmovedora. Veía una cadena de
solidaridad por la que el grupo se afianzaba como grupo. Yo les había dicho
antes de salir, "vamos a andar, juntos, apoyándonos unos a otros, no dejando que nadie se sienta solo." Y lo estaban haciendo de un modo tan natural,
tan elegante, tan rotundo... Y sé que no por obediencia al “profe”, no, sino por algo mucho
más importante, mucho más profundo, mucho más hermoso. Además, no le dieron al magnífico gesto ninguna importancia. Habían hecho lo que tocaba hacer.
Cierto
que les cuesta callar, atienden a días, y a veces hacen tonterías. Después de
todo, cada uno es hijo de su padre y de su madre, y algunos llevan ya pesadas
mochilas en el camino de su vida. Pero son capaces de hacer cosas tan grandes como éstas sin que nadie se las pida, sin que nadie se lo organice, sin deseo de
espectáculo, ni de gratificación alguna. Simplemente porque es mi compañero, mi
compañera y ahora me necesita.
Y como me necesita, ahí
estoy yo, ahí estamos nosotros, ahí está el grupo.
¡Gracias
chavales!
Hay esencias que cuando brotan, así, logran mover toda la energía que sabemos existe pero no siempre logra ser vista.
ResponderEliminarHay esencias que cuando brotan moldean los días y a nosotros..la vida.
Cambian perspectivas y sacan sonrisas. Visten la monotonía y desvisten tanta opacidad y mentira.
Abrazo de luz