Cuando
son vuestros hijos los que os piden, ya a los nueve años, que quieren
bautizarse y vosotros, entre sorprendidos y contentos, les acompañáis en el
cumplimento de su deseo, estáis viviendo toda una experiencia que también a vosotros os transforma. Sólo Dios y ellos
saben los motivos que les han llevado a ambos al día de hoy.
Día en
el que hemos acompañado a Marta y Fran a bautizarse. ¡Enhorabuena sea! Que Dios
os bendiga y os acompañe siempre a vosotros y a vuestros hijos. Que las bonitas
palabras que voy a compartir a continuación sean verdad toda vuestra vida.
Están escritas por Víctor Manuel Arbeloa, sacerdote y
político navarro, cuya obra fue muy importante en mi juventud. Es un texto leído
en la parroquia de san Miguel de Estella, el 29 de septiembre de 1974, con motivo del bautizo de un grupo de niños.
Como es largo voy a reproducir algunas partes que me
parecen especialmente significativas y absolutamente actuales.
Como
entrar en el río una tarde de verano,
o
meterse en el mar a la grupa de las olas
y
olvidar el cansancio, los miedos, los humos y los ruidos,
y
dejarse llevar por la corriente
tibia
como
por la mano de la madre cuando niños,
o
por los sueños después, cuando mayores...
así
es bautizarse en la iglesia de Jesús,
tirarse
al agua como Pedro al lago,
cuando
un día encuentran nuestros ojos al Maestro.
Llegar
por fin después de la carrera,
cansados
de mirar, de oír, de preguntar buscando
por
todas partes la verdad y la justicia,
la
luz de todos, el aire siempre limpio,
el
pan que sepa a bueno y a barato,
la
belleza que no se rompe con los años,
la
fuerza siempre viva, el buen humor
sin
falta de champán o de mucho dinero...
Andar
buscando de la ceca a la meca lo bueno y verdadero y
ver
que pasa Jesús por el camino
y
seguirle, y decir: «¡Aquí está aquello! ¡Aquel
que
yo buscaba buscando desde siempre!».
Amigos,
a esto se llama bautizarse en nombre de Jesús,
como
lo hacían los cristianos de la hora primera:
chapuzarse
en Jesús,
igual
que en la corriente,
seguros
de encontrar la gracia de la vida,
el
descanso sin límites que prepare a la lucha,
la
ternura que nadie nos regala,
la
sensación de ser
más
nuevos y más fuertes cada día.
Llevar
hasta allí el montón de la miseria
para
que el agua buena se lo lleve,
para
quedarnos después igual que siempre hemos querido:
lo
mejor de nosotros, lo que es regalo puro
de
Dios y de los hombres.
(…)
Quisiera
que estos niños cabezones (Marta y Fran ya no tanto)
levanten
la cabeza más alta que nosotros
y
tengan menos miedo a la vida o la muerte,
les
cueste mucho menos el sol y el solomillo,
y
no topen con un susto en cada esquina,
(…)
Bautizarse
es optar sin miedo por Jesús,
por
la vida total que Él nos anuncia,
por
las rosas sin fin, por el monte más alto,
por
la nieve más blanca, por el hombre feliz.
Aquí
estamos retando a toda fuerza enemiga de la vida,
a
ver quién puede más: Jesús liberador del mal y de la muerte
o
el fusil y la bomba, el dolor, el odio y la mentira;
(…)
Así
que, amigos, compañeros, feligreses
de
la vieja parroquia del arcángel san Miguel
–¡ojalá
que nos azuce con su lanza!–,
a
no desesperarnos de que hoy es como ayer
y
que quizá peor será mañana.
Eso
es un solemne disparate.
Vamos
hacia un futuro de flores y guitarras,
y
si nos echan el agua o la palabra clara
sobre
la cabeza
no
es para atontarnos,
sino
para decirnos:
«¡Hala,
que
hay que despabilarse y continuar
sin
miedo hacia adelante!».
¡Feliz
día y que Dios os bendiga!
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