Cualquier
comportamiento autoritario, avasallador o excluyente, a una persona bien nacida
le repele, pero normalmente ahí se queda; como más en un sentimiento de repulsa
hacia el agresor y de conmiseración por la víctima de turno. Y esta es la
brecha por donde la mala gente, que la hay, entra, ataca y vence.
Dijo
el siglo pasado el pastor luterano alemán Martin Niemoller:
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
La solidaridad es la única forma de hacer frente a ese
tipo de comportamientos que nos encontramos en todos los ámbitos de la vida.
Desde los ámbitos político y social hasta el más personal, pasando por el
laboral.
¿Me ha pasado algo que provoca que escriba esto ahora? No, no ahora,
pero sí muchas veces en mi vida; y siempre me ha dolido cuando me han dejado "solo ante el peligro", pero reconozco también que yo he fallado a otros más veces de las que hubiera querido.
No, no me ha pasado nada. Es que revisando las fotos que
he hecho este verano, he releído este texto que estaba en la exposición de
literatura que los vecinos de Espierba han puesto por segundo año en el bosque
del circo de Pineta.
Este año los textos son un punto más tristes que el
pasado ,compartiré algunos más, pero volvió a ser un placer pasear entre los
árboles leyendo, pensando, contemplando. Eso sí, a la caída de la tarde, cuando
ya no hay casi nadie. La experiencia requiere silencio.
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