Vengo
del entierro de la madre de un amigo. La tarde, gris y lluviosa; la música
seria y honda de la banda del pueblo, refugiada de la lluvia en la entrada de la iglesia; las campanas tocando a muerto; la gente, desfilando ante la familia
para dar el pésame; el sacerdote hablando de luz, de vida y de esperanza…
Y al
llegar a casa me he decidido a compartir este texto del poeta uruguayo Mario Benedetti, que tenía guardado
esperando un momento adecuado para publicarlo. Estaba también en el circo de Pineta, a
la sombra de las hayas, bajo las altas cumbres en las que he sido y soy tan
feliz.
Es un
texto triste, pero cierto, tan cierto como la vida misma, que pinta en breves
pero vigorosos trazos, el paso inexorable del tiempo.
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.
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