Ya
estamos en septiembre y el marasmo estival propio de agosto va a ir quedando
atrás. La vida política y social, ya de por sí convulsa, va a convulsionar
mucho más, lo que garantizará carnaza para los buitres de la información que se
sienten a sus anchas hozando en la charca hedionda de nuestras miserias
crónicas. También hay en el mundo de la información gente honesta, pero creo que son aplastada
minoría, pero son, y hay que saber encontrarlos.
¿A
santo de qué viene estas palabras? Veréis. ¿Quién se acuerda ahora de aquel
hombre de más de 300 kilos que fue noticia en pleno verano? Supongo que sigue
existiendo, y su madre, que me dio toda la pena del mundo, seguirá esperando
que con la dieta que al readmitirlo en el hospital le darán… ¡como si eso fuera
cuestión de dietas! La oí, por casualidad, en la tele.
Pues
bien. El día 17 de agosto escribí la entrada que a continuación comparto y que
no publiqué en su momento pero que, leída ahora, sigue teniendo plena vigencia. Resulta más sangrante, por decirlo de algún modo.
Ahora toca hablar de este
hombre de trescientos no sé cuántos quilos que la sanidad pública ha intentado,
dicen, quitarse de encima. Y claro, los periodistas, imbuidos de su “alto
sentido de la moral”, se lanzan a la denuncia de semejante oprobio. Y en el ojo
del huracán, el hospital de Manises.
Imagino el calvario que los
profesionales de este hospital relacionados directamente con el asunto estarán
pasando estos días. Una cuestión médica, en la que ni entro ni salgo porque no
tengo datos ni soy médico, convertida en noticia no sé muy bien por qué. Y a
partir de ahí, espectáculo de buitres disputándose el cadáver, o sea la noticia que no debería serlo. Lo he visto y es
asqueroso. Buitres comiéndose una vaca muerta. Es lo mismo.
Debe ser que el tema de “la
manada” está empezando a agotarse, y en agosto hasta la política parece tomarse
vacaciones incluso de sus muchas mezquindades. Y a falta de marcianos, que no
están de moda, utilizan a un pobre hombre de más de 300 kilos de peso para
completar su agosto mediático, y nunca mejor dicho.
Para atender adecuadamente a
este hombre, atención a la que tiene derecho, están las autoridades del
hospital, que no deben ser idiotas, las de la Consellería de Sanidad, a las que
no les interesan los escándalos, y en último término y si hace falta, los
abogados, que para eso están.
¿Qué pintan los periodistas
en esta historia? Su única función está siendo marear, intoxicar, complicar y
eso sí, entretener a las personas que, o por limitaciones personales o por
aburrimiento vital, se tragan toda la basura que les echan.
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