"Los
hijos de Cipi rompieron el cascarón una mañana de septiembre mientras al lado
las golondrinas hablaban de la próxima partida".
Con
estas palabras, en el capítulo titulado Tres, Mario Lodi nos habla del
nacimiento de Cipi, el gorrión protagonista del precioso librito que
durante muchos años he leído en clase con mis alumnos de 1º de ESO.
"Cipi,
feliz, saltó al cuello de Gorrioncita, la abrazó muy fuerte y desapareció.
-¡Tres!-decía,
¡Tres! ¡Son tres!
No le
salían otras palabras, pero los pájaros comprendían lo que había sucedido".
Y luego,
tras proclamar a los cuatro vientos su alegría por haber sido papá, se acordó
de Margarí, la florecilla, amiga suya, que vivía a orillas del río, y fue a
decírselo también.
"Pero
la margarita ya no estaba porque el hombre acababa de pasar con el hierro
cortante y había cortado todos los tallos que, alineados en el prado, morían
poco a poco".
La
buscó y al fin la encuentró ya moribunda. En este momento del relato el
silencio de mis alumnos se hacía más hondo, y yo lo notaba. Seguía leyendo.
"…la
encontró, ya moribunda, con la hermosa cabecita aplastada contra la tierra.
-Oh,
Cipi, has hecho bien en venir…-dijo en cuanto fue liberada, tornando al sol,
con un supremo esfuerzo, los delicados pétalos blancos.
Cipi la
agarró con el pico y la sacó:
-Te
llevo a ver a mis chiquitines…, son tres, ¡maravillosos!
-Déjame,
por favor, querido Cipi. Todo ha terminado… ´suspiró-, déjame morir aquí, entre
los tallos que fueron fieles compañeros de mi vida.
Entones
Cipi la depositó delicadamente sobre la hierba segada, con la corola hacia el
sol.
Con un
hilo de voz la margarita continuó:
Estoy
contenta de que seas papá. Buen Cipi…, enséñales a amar las cosas buenas y
hermosas… Saluda al sol y al viento… Ah, que breve es la vida… - Tomó un poco
de aliento y después susurró:
-Acuérdate
siempre de Margarí.- Y con la cabecita inclinada expiró".
Hacía entonces un breve silencio. Y en el aula era un silencio de verdad. Y miraba las
caritas de mis alumnos, y me conmovía.
Seguía
la lectura.
"En ese
instante una nubecilla blanca amiga de la margarita corrió ante el sol para
decirle, lagrimeando, que la florecilla que tanto la amaba había expirado. Por
un momento el prado quedó en sombra, como enlutado.
Y
sucedió que también el viento se enteró; entonces detuvo la caricia que tanto
gustaba a Margarí y el agua de la cinta de plata que había contado a la
simpática margarita tantas historias de países lejanos pasó de puntillas,
indicando a las ranas que se callaran.
Cipi
se elevó hacia una bandada de golondrinas y les advirtió:
-¡Ha
muerto Margarí, la florecilla poeta…!
Los
pájaros dieron largas vueltas silenciosas sobre el prado hasta que poco a poco
Bola de fuego, con la cara roja de llanto, se acostó en su lecho nuboso".
Y
cuando Cipi volvió al nido y se encontró con Gorrioncita y sus pequeños, "no
sabía si reír o llorar, pues estaba tan contento y también tan triste". Dijo, "-pobre
Margarí, ha muerto precisamente hoy que he sido papá".
Y
cerraba el libro. Y seguía el silencio, y entonces les pedía títulos posibles
para el capítulo, y casi siempre alguien decía, sonrisas y lágrimas. Feliz
encuentro entre cine y literatura. Sencillo retrato de lo que es la vida.
Y la historia sucedía en septiembre.
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