Es la
otra cara de la moneda. Muy cerquita del espectacular Parlamento Húngaro, en la
misma orilla del Danubio, hay un peculiar monumento. Un buen número de zapatos
de diversas formas y tamaños, alineados en la orilla. Son de metal, y recuerdan
la capacidad del ser humano de destruir hasta lo más sagrado, la vida de sus
semejantes.
Entre
los años 1944 y 1945 fueron fusilados, a orillas del río, aproximadamente
20.000 personas, hombres, mujeres y niños judíos. Eran despojados de sus ropas
y sus zapatos, y el Danubio se llevaba sus cuerpos. Los autores de esta masacre
fueron los milicianos del partido Cruces Flechadas, partido que los nazis
elevaron al poder en Hungría hacia el final de la guerra. La gente pone piedrecitas, velas y flores en los zapatos vacíos...
Ver la
capacidad de construir y de destruir del hombre, tan cerca la una de la otra,
me impresionó profundamente. Veía estos sesenta pares de zapatos, y muy cerca el hermoso y grandioso edificio del Parlamento sobre el que se elevaban unas espléndidas nubes de
tormenta. ¡Qué contraste!
Y
pensaba en lo poco que hemos aprendido. Seguimos buscando ansiosamente las
diferencias, lo que nos separa, lo que puede llegar a enfrentarnos, si se da el
caso. ¿Para qué? ¿Por qué?
Y no
digo más.
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