Voy a
compartir hoy, día del Cristo, un texto del librito de Michel Quoist, Oraciones
para rezar por la calle, publicado en 1975. Tenía yo entonces veinte añitos, y
aún recuerdo lo importante que fue para mí, en aquellos años, este libro que,
junto a otros, nos ayudó a vivir en comunidad nuestra fe, en la parroquia de
San Miguel y San Sebastián de Valencia.
Todavía unas horas,
todavía unos minutos,
todavía unos instantes.
Hace ya treinta y tres años que dura esto,
treinta y tres años que viene viviendo seriamente
minuto a minuto.
Pero ahora ya no puedes seguirte escapando, ahora
estás aquí, volcado hacia el fin de tu vida, hacia
el final de tu camino.
Hete aquí, ya en las últimas, acorralado frente al
vacío.
¡Ea!, hay que dar el paso,
hay que dar el paso de la entrega,
el último paso de la vida que desemboca en la
muerte.
¡Y dudas!
Tres horas, tres horas de agonía, son largas.
Más largas que tres años de vida,
más largas que treinta años de vida.
Tienes que decidirte, Señor, todo está preparado,
externamente al menos.
Tú estás ahí, inmóvil en tu Cruz,
has logrado morir ya a todo lo que no fuera abrazar
estos palos cruzados para los que has nacido.
Pero aún circula la vida por tu Cuerpo clavado.
¡Vamos: muere, pues, carne mortal, y brote ya tu
eternidad en Ti!
Ahora ya la vida se escapa, abandonando uno a uno
los miembros,
y se refugia acorralada por la muerte en este corazón que
todavía palpita.
Corazón inmenso
Corazón desbordante
Corazón pesado como un mundo, el mundo de
pecados y miserias que lleva encima.
Señor, un esfuerzo más.
Mira la humanidad que, sin saberlo, espera el grito
de su Salvador.
Tus hermanos están ahí, te necesitan.
Tu Padre se inclina y extiende ya sus brazos.
Señor, sálvanos.
¡Sálvanos!
Mirad: Él ha cogido en sus manos lo poco que le
quedaba de vida,
ha cogido su pesado corazón
y
lentamente
penosamente
solo entre el cielo y la tierra
en la noche atroz
loco
loco de amor
ha levantado su Vida
ha levantado el pecado del mundo
hasta el borde de sus labios
y, en un grito,
lo ha entregado lodo:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
¡¡Feliz día del Cristo!!
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