Esta última entrada me han llevado a un asunto que me parece
especialmente grave y escandaloso. Hablo de lo que ha venido a llamarse turismo
negro. La más repugnante forma de turismo que pueda concebirse.
Hay
muchas formas de hacer turismo, pero básicamente yo las divido en dos. El
turismo respetuoso, responsable, discreto, y el otro, que prefiero no calificar
y que además no hace falta describir.
De
este último están empezando a estar hasta las narices en muchos sitios que, si
bien se benefician de él, ya pagan un alto precio al soportarlo. Y más que
pagarán.
Pero
en los últimos tiempos se ha puesto de moda una forma de hacer turismo que es mucho
peor, es sencillamente repugnante. Se trata de visitar lugares donde el horror
y el sufrimiento han dejado de algún modo su huella y divertirse en ellos. Y
más aún, hacerse fotos, vídeos, y subirlos a las redes sociales, buscando
quizá que algunos puedan llegar a hacerse virales.
Cierto
que hay lugares de tragedia, horror, muerte, que pueden, incluso deben ser
visitados, pero en silencio, con un inmenso respeto, con discreción, sin ninguna concesión al
espectáculo por mínima que sea.
Me da
asco, rabia, vergüenza que haya gente capaz de convertir ciertos lugares en un
vulgar parque de atracciones donde divertirse y pasarlo bien. Pero sobre todo
me da miedo el pavoroso abismo al que la degeneración que esto supone nos
empuja.
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