El
suelo que pisamos, a veces, nos regala fotos sorprendentes. Sólo hay que
mirarlo para algo más que no tropezar o no caer en algún agujero, y mirando
también al frente para no darnos contra un pino, una farola, o chocar con un
transeúnte, cosa que en estos tiempos da mucho terror.
Hace
unos días, tras las últimas lluvias, los charcos del camino pintaron curiosos y bonitos
lienzos jugando con los ocres de la tierra, el amarillo del polen de los pinos
y el brillo del agua en un día de sol tamizado por nubes altas.
Pasó
cerca una pareja que se quedó mirándome a mí y al suelo alternativamente,
preguntándose, digo yo, qué estaría fotografiando. Pues esto que podéis ver a
continuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario