Otro
día de san José gris, silencioso, sin Fallas. El año pasado, tal día como hoy,
día quinto de aquel confinamiento que no olvidaremos, escribía en el blog las
siguientes palabras.
Estos
días están llenos de momentos difíciles de asumir en toda su profundidad.
Necesitaremos tiempo para hacerlo.
Ahora
mismo, mientras escribo estas líneas, las campanas de la iglesia del pueblo
están tocando a misa. El párroco celebrará la eucaristía a puerta cerrada y
todos sabemos que cuando vuelvan a tocar, habrá acabado.
El día
ha sido muy gris, y ese cielo cerrado parece hacer más profundo el silencio que
se ha hecho el amo de todo, empujándonos a
asomarnos a abismos que ni imaginábamos.
Sin
embargo, a las dos ese silencio se ha hecho añicos. Era la hora de la "mascletá"
del día grande, del día de San José. Petardos, carcasas, música, cacerolas,
gritos; la gente en balcones y azoteas en una rabiosa manifestación de las
inmensas ganas que todos tenemos de alegría, de fiesta, de libertad, de vida.
Y
cuando ha acabado la "mascletá", las notas de Valencia en Fallas, por
la megafonía del ayuntamiento, han puesto el punto final al acto. Y ha vuelto
el silencio. Ha sido la "mascletá" más conmovedora de mi vida. Las
campanas de la iglesia, la "mascletá" de las dos, el aplauso de las
ocho, quién sabe qué esta noche, la de la "cremá"…
Así,
rompiendo el silencio de vez en cuando, nos reencontramos y nos reconocemos en
los demás, en los que escuchan las campanas, en los que aplauden, en los que
tiran petardos, en los que golpean la cacerola y tocan un instrumento desde el
balcón de su casa.
Tañen
de nuevo. Ha acabado la misa.
Y
ahora escribo estas líneas nada más acabar la misa de la ofrenda. También hoy
ha sido un día gris, pero hay diferencia entre el año pasado y este, y esa diferencia
apunta a la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario