A finales de
febrero, el ministro francés de finanzas, Bruno Le Maire, hizo un discurso ante
un grupo de jóvenes sobre la lectura y la literatura. Lo he conocido hoy, me lo
ha mostrado Isabel, y por si no lo conocéis, lo comparto en el blog. Es todo un
placer, cada vez más raro, escuchar palabras como estas.
Leed. No os
imagináis el placer que vais a sentir.
Lo digo con
mucha convicción porque tengo hijos, uno de ellos va al instituto, y lo de la
lectura se ha convertido en un combate. Y este combate lo llevamos a cabo [los
padres] con todos los periodistas que están presentes aquí y escriben
[literatura].
No es para
molestaros, no es para daros lecciones de moral, no es para obligaros a hacer
actividades duras.
La lectura es
un placer inmenso que va a desarrollar vuestra imaginación, que os va a
permitir abriros a mundos radicalmente nuevos en los que no habríais entrado si
no fuera por las palabras, que os va a permitir entender quienes sois, que va a
poner palabras a aquello que sentís y que ni siquiera sabéis sobre vosotros. Y
que una persona totalmente desconocida a la cual nunca habéis visto y a la que
probablemente nunca veáis os susurrará al oído, en el silencio de la lectura,
cosas que nunca habríais comprendido sobre vosotros si no las hubierais leído.
Aprendemos más
sobre el deseo de aventura leyendo Robinson Crusoe que yéndonos de viaje.
Aprendemos más sobre el deseo y los celos, a veces en la base del deseo,
leyendo Albertine desaparecida o La prisionera que por la experiencia propia.
Y cuando uno
mismo tenga celos porque quiere a alguien que no le quiere a él, basta con leer
a Proust para entender ese sentimiento, para ponerle palabras.
Y esas
palabras os van a calmar porque os harán comprender que formáis parte de una
comunidad que siente las mismas cosas, no estáis solos. Esa es la singularidad
de la lectura: es una actividad solitaria que os abre al resto del mundo.
Estáis solos,
pero nunca estáis tan cerca de los demás como cuando leéis un libro.
A todos los
jóvenes que nos escuchan: leed.
Apartaos de
las pantallas. Salid de las pantallas. Las pantallas os devoran, la lectura os
alimenta. Esa es la diferencia.
Está claro que
es un combate. Porque las pantallas son lo fácil, captan tu atención, te
atrapan, y además están muy bien organizadas. Saben daros, como a las ratas [de
laboratorio], pequeños estímulos nerviosos cada cinco segundos, cada diez
segundos, que os obligan a seguir pegados a la pantalla. Pero, por desgracia,
eso no os permitirá desarrollar vuestra libertad.
La literatura
es un arma de libertad.
Y las
pantallas… no todas, aquí no hablo de las pantallas de cine, hablo de las
pantallas de los gigantes digitales, pueden convertirse muchas veces en
instrumentos de sometimiento. Las pantallas os pueden someter en vuestro
consumo, en vuestro comportamiento, en vuestras prácticas o en vuestros gestos
para orientar vuestros pensamientos.
La literatura
os da libertad. Las palabras os dan libertad para construiros y ser quienes
sois.
Se lo digo a
todos los estudiantes que nos escuchan: cada uno de vosotros es único. La
literatura y los libros os permitirán descubrir hasta qué punto sois únicos.
Cada persona
es única, y es la literatura la que nos lo enseña.
Ay, si
tuviéramos aquí un ministro, aunque fuera solo uno, capaz de decir cosas así. Otro
gallo nos cantaría.
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