Escuché
el pasado ocho de diciembre, en la radio, una entrevista a una cantante. La
verdad es que no la oí completa porque ya había empezado, y además porque
intercalaban canciones de la entrevistada que, al resultarme insoportables,
ponía el volumen a cero, y cuando volvía a subirlo ya continuaba la entrevista.
La
individua en cuestión parecía muy joven y utilizaba el lenguaje característico
de la juventud “hija de la LOGSE”; tíos y tías por doquier, muletillas
constantes, expresiones vulgares… Bueno, lo normal.
Su
estilo, eso sí lo oí de boca del entrevistador, es una mezcla de rumba catalana
y rap, o sea para mí, insoportable hasta el límite de la “insoportabilidad”.
Pero
nada de lo dicho hasta ahora es el problema. Porque cada uno puede hablar como
le plazca y tener los gustos musicales que tenga. Yo ahí no entro. ¡Faltaba
más! El problema está en una afirmación que la individua hizo a propósito de un
disco que creo que acaba de publicar.
Muy
sesudamente decía que su disco, cuyo tema es la pareja y sus relaciones, tiene
mensaje y que todas las canciones tienen un hilo conductor a través del cual se
llega a una conclusión. Me intrigó ese momento de la entrevista. ¿Cuál sería
esa conclusión?
La
vida en pareja no merece la pena. Lo importante es amarse uno a sí mismo.
Amarse uno a sí mismo, eso es lo importante, esa es la conclusión. Y se quedó
más ancha que larga, la chorba. Y el entrevistador tan contento y complaciente.
Y
entonces, deformación profesional, he pensado en los niños y jóvenes a los que
esa individua encandilará con sus canciones. Y me ha dado toda la rabia del
mundo. Porque aun en el caso de tener padres y profesores responsables que
traten de educar en valores, de enseñar unos principios, de formar personas
libres y buenas, con todo lo que eso significa, muchos niños y jóvenes harán
suyo antes ese mensaje perverso, engrandecido, no porque valga nada, sino
porque da dinero, porque mueve dinero.
Cada
vez más los hijos, los alumnos, no lo son de sus padres, de sus profesores, lo
son de una sociedad cuyos verdaderos dirigentes nadie conoce y que cabalgan en
lo oscuro sobre el dinero, el fin último, el criterio final.
¿Qué
importa que esta moza rompa los principios morales más sagrados si eso da
dinero? ¿Qué importa que enseñe a ser egoísta, egocéntrico, egolátrico, si eso
da dinero?
Y tú
papá, no podrás hacer nada, porque tu niño, tu niña, oirá esas canciones cuando
le plazca en el móvil que le has regalado para la Primera Comunión.
Apunte
final:
Nada
más escribir esta entrada, leí en tuiter estas palabras del Papa.
En su
humildad, María sabe que todo lo recibe de Dios. Por eso, está libre de sí
misma, completamente orientada a Dios y a los demás. María Inmaculada no tiene
ojos para sí misma. Aquí está la verdadera humildad: no tener ojos para uno
mismo, sino para Dios y para los demás.
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