FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Historia de un perro y un hombre.


Hace ya casi un año que, caminando por la sierra un amigo y yo, se nos unió un perro que no sabemos de dónde salió, y que nos acompañó todo el resto de la excursión, más de 20 kilómetros.

Bonito, de aspecto saludable, inquieto, vivaracho, fue un excelente compañero inesperado. Iba con nosotros como si fuera nuestro. No nos perdía de vista, no agobiaba, no ladraba. Una delicia de perro. Nos supo mal abandonarlo allí, al final de nuestra ruta, ya casi de noche, cuando llegamos al coche que habíamos dejado junto a un camino, lejos de donde se nos unió. ¿Pero qué podíamos hacer? Llevaba collar, era de alguien y se vino con nosotros porque quiso.

Hoy he vuelto a pasar por el mismo sitio donde se nos unió y ha vuelto a aparecer. No sé de dónde, pero corriendo y saltando, creo que de alegría, se ha venido conmigo. En esta ocasión iba yo solo.

Y ha sido como la primera vez, pero más. Pienso que igual que yo lo he reconocido, él me ha reconocido a mí, y hemos caminado juntos, desde el principio, como si fuera mi perro de toda la vida. Casi 30 kilómetros y más de 1.100 metros de desnivel sin perderme de vista.

En las bifurcaciones de caminos y senderos se paraba y me miraba, esperando que le dijera por dónde quería que ir. Un perro que nos ha salido por sorpresa de una caseta, ha reculado en cuanto ha visto a mi acompañante que se ha situado entre él y yo. He parado a comer, y él, sentado cerca, vigilaba atento en todas direcciones. No me pedía nada, he sido yo quien le he dicho ¿quieres? Y le he dado unas galletas que se ha comido la mar de a gusto.

Ya estaba asombrado, pero mi asombro ha ido a más cuando al empezar a regresar me he dado cuenta de que se ha situado delante de mí y me conducía. Ya no esperaba en las bifurcaciones, cogía la ruta que le devolvía al lugar donde le he encontrado. Se conoce a la perfección toda la red de pistas y senderos de la zona.

Entonces he pensado seguirle, pues la ruta que tenía pensada no volvía a pasar por donde nos habíamos encontrado. Por un lado porque temía que me siguiera hasta el pueblo, donde había dejado esta vez el coche, y eso quedaba muy lejos de donde imagino que tendrá su casa. Y por otro para ver qué hacía; si se quedaba o me seguía hasta el final. Y ha valido la pena, porque el desenlace de esta historia ha sido impresionante. Me ha emocionado.

Ya era casi de noche, y caminábamos juntos hacia el punto del camino donde me había encontrado por la mañana. Y en un momento determinado, me ha adelantado y se ha parado frente a mí, mirándome fijo. ¿Se está despidiendo? He pensado. No puede ser. Pero ha sido. Ha acercado la cabeza a mis piernas, rozándolas apenas. Y yo le he dicho, ¿te despides? Cerca está tu casa, ¿no? Gracias por tu compañía, amigo, mientras le acariciaba la cabeza.

Ha sido tan breve como intenso. El animalito, sin prisa, se ha separado de mí, y andando por el medio del camino se ha ido, mientras yo lo miraba perplejo, conmovido, feliz. Y así nos hemos separado. Él en una dirección, yo en la contraria.

Aunque parezca mentira esto es verdad. No es un cuento, aunque bien podría serlo. Es una historia preciosa del encuentro en la soledad del monte entre un perro y un hombre, y con un final que aún me cuesta de creer.

Se viene conmigo porque quiere, me cuida, me protege, no me pide nada a cambio, y se despide con una delicadeza y una ternura, conmovedoras.

 No sé si volveré a verlo, pero ese perro está ya para siempre en mi vida.

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