Esto
es una especie de sálvese quien pueda, y como pueda, si puede. Nosotros, que
somos de los “prudentes”, por decirlo de alguna manera, estamos otra vez como
estábamos. Hemos renunciado a viajes, compras, cines, espectáculos…, y lo peor,
lo más doloroso, a los amigos. Incluso los contactos con la familia han quedado
reducidos al mínimo.
Triste,
muy triste. Y aunque nos lo montamos bien dentro del estrecho margen que nos
queda, la sombra de esa tristeza y un cansancio infinito, abismal, enturbian cada
día, cada hora, cada minuto. Incluso a veces, se cuelan en el sueño en forma de
extraña pesadilla que no se desvanece al despertar.
Además,
el lamentable espectáculo que entre la prensa y los políticos están dando,
generando confusión y ansiedad al no haber coherencia ni coordinación por
ninguna parte, pone al cansancio y la tristeza un toque, no despreciable, de
irritación.
En
fin, es lo que hay, dicen. Así pasamos las Navidades, acabamos el año y
empezamos el nuevo. Sálvese quien pueda, y como pueda, si puede, porque, aparte
de vacunarte, que eso lo están haciendo bien, todo lo demás queda en manos de
cada uno; al menos aquí en Valencia. Y eso fuerza a tomar decisiones difíciles,
a menudo imposibles, continuamente.
Lamento
no escribir nada bonito, luminoso, festivo, porque por mucha música, lucecitas,
bolas y espumillones, esto no tiene absolutamente ninguna gracia. Y lo digo en
plan fino y comedido. ¡Ninguna gracia!
Mas en
este momento aciago viene en mi auxilio, este último día del año, ni más ni
menos que don Pedro Calderón de la Barca, con las siguientes palabras.
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
Y son ciertas y sanadoras estas palabras, pues
hay mucha gente que a esta lamentable situación colectiva, añade dramas y
tragedias personales. Por eso, aguantemos el tirón como mejor podamos y
esperemos que el año 2022 sea el de la liberación.
¡¡Feliz
2022!! A ver si es verdad.
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