1.-CONOCER:
1.1 ¿Qué es realmente un niño?
2.-PREVENIR:
2.1 Desde la cuna.
3.-INTERVENIR:
3.1 Acuerdo total papá-mamá.
3.2 Control de la familia extensa.
3.3 Control de otros agentes educativos.
3.4 Coherencia en nosotros. Hacer lo que decimos.
3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.
3.6 Hablar poco. “No comerle el coco”.
3.7 Ignorar conductas no deseadas. Reforzar las deseadas.
3.8 No mostrar que controla nuestro estado de ánimo.
3.9 No exigirle lo que no somos capaces de hacer nosotros.
3.10 Valorar si vale la pena “entrar en combate”.
Sí, así tal
como suena. Hemos de valorar si vale la pena entrar en "combate", porque muchas
veces educar es "combatir". Nene, guarda la ropa, y no la guarda. Nene, no le
pegues a tu hermano, y le arrea un sopapo. Nene dale un besito al abuelito, y
no se lo da. Nene, nene, nene…¡Estoy hasta el moño del nene que hace lo que le
da la gana! ¿Qué hago con el nene? ¡Harto me tiene! Eso son combates, desafíos
a los que hay que responder, a los que siempre hay que responder, y ganarlos nosotros.
Sí, hemos de
responder a los desafíos que continuamente de un modo más o menos explícito nos
plantean los niños. De eso no podemos escapar, no debemos escapar. Se paga
caro. Pero lo que sí podemos hacer es no provocar el desafío, y muchas,
demasiadas veces lo hacemos.
Me explico.
Hemos de tener claro que el niño va a ponernos a prueba siempre que pueda, intentando salirse con la suya. Eso es normal. Pura biología. No es porque sea
malo. Es naturaleza. Pero es sano y necesario que aprenda y entienda que quien
manda no es él. Quien manda es papá, mamá, la "seño", el “profe”. No él.
Pero para
aprender esto tiene que experimentar que cada vez que hay un “combate” lo
pierde, así de claro, lo pierde. Y como ganar los papás todos y cada uno de los "combates" que pueden plantearse es muy difícil, agotador, hay que reducirlos. Si no, nos volveremos locos.
Vamos a "combatir" sólo cuando sea de verdad importante, cuando con el consenso no
lleguemos a donde queremos, evitando por lo tanto, dar tantas órdenes, muchas
de ellas innecesarias y que en el fondo no son más que provocaciones nuestras que
generan respuestas desafiantes a las que no somos capaces de responder
adecuadamente porque se nos amontona la faena.
Esto implica
que tengamos claro qué es de verdad importante y qué es accesorio y que
pensemos también que en el momento en el que decimos, nene baja de la mesa, el
nene baja de la mesa, así se hunda el mundo. Y si no estoy dispuesto a entrar
en ese "combate", no le digo nada, porque lo que digo se hace. Por eso hay que
decir menos y pensar bien lo que decimos. Incluso hacer la vista gorda es necesario a veces y si es sólo a veces, no pasa nada.
Recuerdo en un
viaje a Pirineos, en un bar de Calamocha, a un niño de unos seis años que
estuvo todo el almuerzo subido encima de una mesa, y todo el almuerzo, su santa
madre diciendo nene baja de ahí, nene baja de ahí, nene que bajes de ahí. Cuando nos fuimos, aún seguía
encima de la mesa.
Señora, o se
calla o lo baja. Si ha decidido entrar en el "combate" gánelo, y si no, no entre.
Pero deje de hacer el imbécil, y de fabricar un monstruito con el que luego
tendremos que lidiar otros que no tenemos la culpa de que usted sea una tonta
del bote.
Ahora, una
cosa sí. Lo pagarán. Lo pagarán muy caro. El niño y ella. Es el consuelo que nos
queda. Pero qué triste consuelo.
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