No tenía claro si meterme o no en este berenjenal,
pero como estoy muy, pero que muy hasta las narices de la situación en cuestión,
voy a hacerlo. Eso sí, con sumo cuidado, exquisito respeto y sin entrar en
detalles. Iré al núcleo del asunto que me incomoda y asusta. Y quien tenga
oídos para oír que oiga, bueno ojos para leer, en este caso.
Inconstitucional. Anticonstitucional. Términos
sinónimos según la Real Academia.
Opuesto o contrario a la constitución, nos dice. Términos muy de moda en estos
últimos tiempos.
Y aquí viene mi pregunta sin respuesta posible y por
consiguiente mi zozobra e indignación crecientes. ¿Qué criterio establece la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de algo?
Porque inconstitucional significa opuesto o contrario
a la constitución, y punto. O así debería ser. Pero no. Parece ser que el que
algo sea contrario a la constitución depende no de que sea real y evidentemente
contrario, aunque lo diga el Tribunal Constitucional, sino de quién lo haya
dicho, de quién lo haya hecho. Hay un irritante e inconfesable doble rasero.
Dicho de otro modo. Si la persona o institución “X”
utiliza símbolos, nombres, planteamientos inconstitucionales, resulta que son
terriblemente inconstitucionales, hay que rasgarse las vestiduras,
denunciarlos, prohibirlos, aislarlos, ilegalizarlos… Si la persona o institución “Y” hace lo mismo, exactamente
lo mismo, no pasa nada, debe ser respetado, comprendido, apoyado e incluso
subvencionado si es menester.
Esto está pasando hace ya tiempo, mucho tiempo, y no
sólo con los independentismos catalán y vasco, por si alguien está pensando sólo
en esto, que también, desde luego, sino en todos los ámbitos de la vida social
y política.
Siempre me ha dado mucha rabia esa fea costumbre de juzgar
los hechos o las palabras según de quien vengan. Un trabajo, unas palabras si son
de Pepito son excelentes, si son de Manolín, pasables en el mejor de los casos,
o incluso abominables y repulsivas, según quien sea el tal Manolín. Y el
trabajo es el mismo, las palabras son las mismas. Costumbre injusta, irritante,
absurda. Lo que está bien hecho está bien hecho, lo haga quien lo haga. Lo que
está bien dicho está bien dicho, lo diga quien lo diga. Lo que es
inconstitucional, es inconstitucional, venga de donde venga.
Pero aquí no. En España no. Las cosas están bien
hechas o mal hechas, son buenas o malas dependiendo de quien las haga. Algo es
constitucional o no según quien lo plantee. Pensad, hay muchos ejemplos.
Buscadlos.
Buscadlos porque yo no voy a poner ninguno pues no me
siento libre de hacerlo. Porque, como en otros tiempos, en cuestiones de este
tipo, no me atrevo a hacer uso de la libertad de expresión a la que tengo
legítimo derecho.
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