FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 22 de octubre de 2016

El niño "chiflao".


Es una bonita historia, aunque triste. Sucedió hace ya muchos años, y si la cuento ahora es porque el tiempo debe haber borrado ya las huellas que podrían conducirnos a localizar a los protagonistas. Quiero mantenerlos en el anonimato.
Era un niño muy bueno en el deporte y corriendo era un hacha. En el cole siempre ganaba con mucho a todos. Sin embargo lo hacía de un modo, digamos, desapasionado. De hecho no le daba ninguna importancia a eso de acabar siempre el primero, tanto en el deporte como en otros asuntos.
Impulsado por sus padres y el profesor de educación física, se apuntó a unas competiciones. No quiero dar más datos. Entrenó duro. El hecho es que llegó a la fase final. Estaba en juego el oro que, parecía cantado, sería para él.
Y llego el gran día. Salió disparado y cuando estaba cerca de la meta, iba el primero, otro corredor, que le pisaba los talones, cayo aparatosamente, él solo, sin que nadie lo tocara. Y mi héroe, mi campeón, fue a ayudarle, a ver qué le había pasado.
No ganó. Sus padres estaban perplejos. Su entrenador, enfadado. Había gente que se reía no sé muy bien por qué, ni de qué. Y él, desde su infinita grandeza, con la tranquilidad de quien sabe que ha hecho lo que debe, parecía verlo todo desde fuera, yo diría que dese arriba, desde muy arriba.
Este chiquillo siguió corriendo porque le gustaba. No sé mucho más de él. Su vida tomó unos caminos y la mía otros, y nos distanciamos, hasta perdernos de vista del todo. Pero aquel día ha quedado en mí memoria para siempre.
¿Y por qué fue y por qué es triste esta historia? Fue triste porque no sé si alguien, en el aquel momento, entendió y valoró la grandeza de su acto. Está "chiflao", es raro, decían. Y sigue siendo triste porque sé que si les cuento esto a mis alumnos, muchos, demasiados, pensarán también que aquel chaval era tonto, un gilipollas, un friki, dirían ahora.
Y esto me da pena. El ver que hemos creado un mundo en el que la grandeza de espíritu es una “rara avis” que nos da risa, que no entendemos, incluso que nos mueve al desprecio.
No sé qué será ahora de él. No sé si habrá seguido siendo fiel a sí mismo. No sé si la vida lo habrá tratado con justicia. ¡Ojalá! Yo, ahora, muchos años después, lo recuerdo con profundo respeto y le deseo la mejor de las venturas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario