¡Qué más prueba de manipulación que esta pancarta? |
Aunque
ayer y hoy estoy con mi faringitis otoñal, que me deja hecho una piltrafilla,
no me he podido aguantar, y esta tarde, que estaba algo mejor, me he decidido a
escribir, advirtiendo que quizá mi estado físico, con sus incómodas
alteraciones térmicas, me lleve a ser un poco más vehemente de lo habitual.
¡Todos
contra las reválidas, padres, alumnos y profesores!¡Vaciemos las aulas! Eso
decían ayer los libertadores, cuentan los periódicos. Hasta es posible que
algunos demócratas, de esos de toda la vida, griten, ¡tomemos la calle!
No, no
es cuestión de tomar nada, como no sea una cerveza con los amigos. Porque esto
de las reválidas no es asunto político. Es algo muy práctico y muy lógico, y se
debe abordar desde la honestidad, la responsabilidad y el sentido común. Y
tomárselo con calma. Hablar mucho, dialogar mucho, consensuar mucho. Y desde
luego, ni Franco ni el franquismo tienen vela en este entierro.
Todo
sistema necesita controles de calidad, de lo contrario se deteriora. El sistema
educativo también. Y la manera más clara, objetiva y transparente de hacer este
control de calidad son las reválidas. La reválida controla, evaluando, al
alumno, al profesor, en cierto modo a los padres y, en definitiva, al sistema
en su conjunto.
¡Claro
que es mejor no mirar la realidad! Todos más tranquilos. Los alumnos, menos
presión, algunos ninguna; ni el verano se les fastidia ya, hagan lo que hagan
durante el curso. Los profesores, más cómodos, ya que no nos pueden descubrir
lo que no hemos hecho bien. Los papás más felices, al no tener que enfrentarse
al hecho, poco agradable, de que su niñito no da para más, o sí da pero es un
jeta, o tiene serios problemas que mejor no tocar…
¡Qué
bien! No controlamos nada y todos tan contentos. Ojos que no ven corazón que no
siente. Esto es lo que miles de estudiantes, apoyados por algunos de sus
profesores y alentados por ciertos papás, pidieron ayer en las calles. ¡Flipante! No evaluamos nuestro
trabajo y así mejor. Mejor que nadie vea mis trapos sucios. Mejor que nadie
pueda comparar, objetivamente, los resultados académicos de los diferentes
centros. Mejor no enterarse de que el sistema educativo español, politizado
hasta la náusea, está en quiebra.
Ahora
bien. Estoy seguro de que si a uno de esos voceros, que soliviantan a las masas
acríticas, se le retuerce una tripa o le cae una teja al cráneo, querrá el mejor
de los médicos. Y si necesita un abogado, un informático, un fontanero, un
bombero o un dependiente en una tienda, querrá que sepa de qué habla, que sepa
qué hace y cómo hacerlo. Y para tener esto, que todos queremos, hay que
seleccionar. Aunque no quede bonito. Aunque no sea políticamente correcto.
Las
reválidas, bien planteadas, no son discriminatorias. ¡Ojo, bien planteadas! No
aumentan el fracaso escolar y el abandono. Más bien al contrario, porque ponen
a cada uno en su sitio, para que desde allí, desde su sitio, puedan dar lo
mejor de sí mismos. Si quieren. Pero ese sitio tiene que existir, claro.
Que la
forma de abordar el asunto en la LOMCE no es el adecuado, es muy posible. De
entrada pienso que habría que aclarar muy bien qué hacer con quienes no superen
la prueba, porque deben seguir teniendo todas las oportunidades, y cuando digo
todas, digo todas.
Pero
que en el sistema educativo hacen falta controles objetivos y externos de
calidad, con consecuencias, es algo que tengo muy claro desde siempre. Eso sí,
como ya he dicho, dando alternativas que permitan, a los que no superen la
reválida, seguir estudiando de acuerdo a sus posibilidades reales, u orientarse
al mundo laboral en condiciones. Y ésta es la clave de la cuestión pues, hasta
los 16 años como mínimo, es fundamental que todos los jóvenes estudien. Lo que
sea, pero que estudien.
Pensemos
que si el sistema educativo no selecciona, no orienta, tendrán que seleccionar
las universidades y las empresas, que ya lo hacen y seguirán haciéndolo. Y ahí
sí. Selección pura, dura, sin concesiones. ¿No vemos que si no ha habido ningún
tipo de control objetivo y externo desde infantil hasta bachiller, estamos
engañando a nuestros niños y jóvenes, abocándolos a un inevitable proceso de
selección en el mundo real para el que no estarán preparados? No les orientamos
a la realidad, sino a un mundo que después verán que no existe.
Pero
bueno. Así están las cosas. En educación, a todos los niveles, es mejor no ver
la realidad y no llamar a nada por su nombre. Es toda ella un caos y siendo un
caos, los políticos corruptos ideológicamente, lo tienen muy fácil para
utilizarla a modo de objeto contundente contra sus adversarios.
Miserable manipulación o ausencia total de honestidad, o ambas, son las causas de que ayer no hubiera clase en muchos institutos. ¡Qué vergüenza de país!
Miserable manipulación o ausencia total de honestidad, o ambas, son las causas de que ayer no hubiera clase en muchos institutos. ¡Qué vergüenza de país!
No hay comentarios:
Publicar un comentario