FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 27 de octubre de 2016

¿Por qué no a las reválidas?

¡Qué más prueba de manipulación que esta pancarta?


Aunque ayer y hoy estoy con mi faringitis otoñal, que me deja hecho una piltrafilla, no me he podido aguantar, y esta tarde, que estaba algo mejor, me he decidido a escribir, advirtiendo que quizá mi estado físico, con sus incómodas alteraciones térmicas, me lleve a ser un poco más vehemente de lo habitual.
¡Todos contra las reválidas, padres, alumnos y profesores!¡Vaciemos las aulas! Eso decían ayer los libertadores, cuentan los periódicos. Hasta es posible que algunos demócratas, de esos de toda la vida, griten, ¡tomemos la calle!
No, no es cuestión de tomar nada, como no sea una cerveza con los amigos. Porque esto de las reválidas no es asunto político. Es algo muy práctico y muy lógico, y se debe abordar desde la honestidad, la responsabilidad y el sentido común. Y tomárselo con calma. Hablar mucho, dialogar mucho, consensuar mucho. Y desde luego, ni Franco ni el franquismo tienen vela en este entierro.
Todo sistema necesita controles de calidad, de lo contrario se deteriora. El sistema educativo también. Y la manera más clara, objetiva y transparente de hacer este control de calidad son las reválidas. La reválida controla, evaluando, al alumno, al profesor, en cierto modo a los padres y, en definitiva, al sistema en su conjunto.
¡Claro que es mejor no mirar la realidad! Todos más tranquilos. Los alumnos, menos presión, algunos ninguna; ni el verano se les fastidia ya, hagan lo que hagan durante el curso. Los profesores, más cómodos, ya que no nos pueden descubrir lo que no hemos hecho bien. Los papás más felices, al no tener que enfrentarse al hecho, poco agradable, de que su niñito no da para más, o sí da pero es un jeta, o tiene serios problemas que mejor no tocar…
¡Qué bien! No controlamos nada y todos tan contentos. Ojos que no ven corazón que no siente. Esto es lo que miles de estudiantes, apoyados por algunos de sus profesores y alentados por ciertos papás, pidieron ayer en las  calles. ¡Flipante! No evaluamos nuestro trabajo y así mejor. Mejor que nadie vea mis trapos sucios. Mejor que nadie pueda comparar, objetivamente, los resultados académicos de los diferentes centros. Mejor no enterarse de que el sistema educativo español, politizado hasta la náusea, está en quiebra.
Ahora bien. Estoy seguro de que si a uno de esos voceros, que soliviantan a las masas acríticas, se le retuerce una tripa o le cae una teja al cráneo, querrá el mejor de los médicos. Y si necesita un abogado, un informático, un fontanero, un bombero o un dependiente en una tienda, querrá que sepa de qué habla, que sepa qué hace y cómo hacerlo. Y para tener esto, que todos queremos, hay que seleccionar. Aunque no quede bonito. Aunque no sea políticamente correcto.
Las reválidas, bien planteadas, no son discriminatorias. ¡Ojo, bien planteadas! No aumentan el fracaso escolar y el abandono. Más bien al contrario, porque ponen a cada uno en su sitio, para que desde allí, desde su sitio, puedan dar lo mejor de sí mismos. Si quieren. Pero ese sitio tiene que existir, claro.
Que la forma de abordar el asunto en la LOMCE no es el adecuado, es muy posible. De entrada pienso que habría que aclarar muy bien qué hacer con quienes no superen la prueba, porque deben seguir teniendo todas las oportunidades, y cuando digo todas, digo todas.
Pero que en el sistema educativo hacen falta controles objetivos y externos de calidad, con consecuencias, es algo que tengo muy claro desde siempre. Eso sí, como ya he dicho, dando alternativas que permitan, a los que no superen la reválida, seguir estudiando de acuerdo a sus posibilidades reales, u orientarse al mundo laboral en condiciones. Y ésta es la clave de la cuestión pues, hasta los 16 años como mínimo, es fundamental que todos los jóvenes estudien. Lo que sea, pero que estudien.
Pensemos que si el sistema educativo no selecciona, no orienta, tendrán que seleccionar las universidades y las empresas, que ya lo hacen y seguirán haciéndolo. Y ahí sí. Selección pura, dura, sin concesiones. ¿No vemos que si no ha habido ningún tipo de control objetivo y externo desde infantil hasta bachiller, estamos engañando a nuestros niños y jóvenes, abocándolos a un inevitable proceso de selección en el mundo real para el que no estarán preparados? No les orientamos a la realidad, sino a un mundo que después verán que no existe.
Pero bueno. Así están las cosas. En educación, a todos los niveles, es mejor no ver la realidad y no llamar a nada por su nombre. Es toda ella un caos y siendo un caos, los políticos corruptos ideológicamente, lo tienen muy fácil para utilizarla a modo de objeto contundente contra sus adversarios.
Miserable manipulación o ausencia total de honestidad, o ambas, son las causas de que ayer no hubiera clase en muchos institutos. ¡Qué vergüenza de país!

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