Esta
tarde entrará en la comunidad parroquial de Ribarroja el nuevo párroco, don
Ricardo. ¡Sea bienvenido! ¡Ojalá se sienta acogido y nos acoja desde el primer
momento! Una acogida mutua gratuita que, a través del conocimiento, se
convierta en cariño y nos lleve, con el tiempo, a darnos cuenta, con gozo, de
que nos queremos.
A
través del conocimiento. Amamos lo que conocemos, pero para conocer hemos de
estar abiertos, con humildad y con respeto, a aquel que queremos conocer, a aquello que queremos conocer. Y
esta es la primera faena que tenemos entre manos.
No es
fácil la labor de un sacerdote en una parroquia.
Es la
persona a través de la cual mucha gente vive su fe, acercándose o alejándose de
ella. Es la persona que debe dar esperanza a tanta personas sin esperanza. Es
la persona que tiene que hablarnos del amor de Dios, del amor entre los hombres.
Y
hacer esto día a día, con coherencia, es algo que necesita de la fuerza de Dios
y del calor de la comunidad.
Es una
gran responsabilidad la que asume hoy en Ribarroja don Ricardo, y es también
una gran responsabilidad la que asumimos nosotros. La de apoyar, arropar al
pastor para que nos conduzca por verdes praderas, como dice el salmo, hacia la
Casa del Padre.
Es
cierto, y quiero decirlo bien claro, que ha habido un hombre, llamado Juan, que
ha preparado el camino… Estoy convencido de que nuestro querido vicario va a
acompañar muy de cerca a don Ricardo en su entrada a nuestra parroquia, y lo va
a hacer con prudencia, con delicadeza, con inteligencia.
Acojamos
pues a aquel que viene en nombre del Señor. Y juntos, cada uno desde su puesto,
sigamos construyendo una comunidad parroquial, abierta, viva, vigorosa, comprometida con la justicia. Una comunidad parroquial, alegre,
con esa alegría que nadie nos puede quitar porque sabemos de quién nos fiamos.
Don
Ricardo, ¡que Dios le bendiga!
¡Bienvenido!
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