Ayer
por la tarde sucedieron cosas bonitas en el pueblo, en la parroquia. Me
complace enumerarlas y compartirlas sin que el orden por el que las vaya
desgranando signifique nada. Es como un ramo de rosas. Están todas en el ramo.
¿Qué más da cuál pusieron primero y cuál después?
Allá
voy.
Fue
bonito el modo en que se presentó nuestro nuevo párroco, Ricardo, según su
explícita voluntad, uno entre nosotros y el primero en servir a todos. Me gustó
también la humilde y sincera petición de que arrimemos el hombro para hacer
cada vez más visible la presencia de Jesús entre nosotros.
Fue
bonito el reconocimiento al trabajo eficaz y necesario de Juan, el vicario,
realizado siempre con una profunda humildad. Bonito, cierto y justo lo que de ello
dijo el obispo y dijo Ricardo. Y emocionante el caluroso y sincero aplauso de
la gente.
Fue
bonita la profundización en la palabra compasión de don Arturo, el obispo. Ese
planteamiento de que la compasión no es un sentimiento más o menos sensiblero
sino una actitud que acoge, que trasforma, que da una nueva oportunidad, una y
mil veces, para volver a vivir.
Fue
bonita la asistencia del sr. alcalde y algunos concejales que, con su presencia
en estos actos, testimonian esa relación de respeto y colaboración entre todas
las instituciones, muestra de pluralismo y normalidad democrática.
Fue
bonita la participación en la eucaristía de gentes diversas, del coro de
jóvenes y del de mayores que estaban allá arriba, lejos pero entre todos y con
todos. El trabajo callado de los que montaron el “fin de fiesta” en la plaza.
Fue
bonito ver la iglesia llena, de bote en bote. Había que ir pronto para coger
sitio. Ver cómo la comunidad parroquial participa, acude, se hace presente
cuando tañen las campanas.
Y fue
bonito recordar con gratitud a don José Ramón, a don José Badía, Pepín Badía,
que partieron casi juntos a la Casa del Padre, y que, desde la fe que nos
reúne, presentimos contemplándonos con una amplia sonrisa. Contemplando a su
querida parroquia, a su gente, recibiendo con júbilo a su nuevo pastor.
Sí,
ciertamente fue una hermosa tarde. Me infundió paz. Me dio esperanza. Me
alegró. Por eso quiero compartirlo. Es también bonito compartir lo que nos
alegra, lo que es bueno, lo que es justo, lo que es bello. Y justo darle
gracias a Dios por haberlo podido vivir
Totalmente de acuerdo Jesús. Cómo dijo D. Arturo en un momento, después de los tristes momentos que hemos vivido en la Parroquia, ya tocaba volver a sonreir.
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