Los
colores de los árboles, la luz suave del sol bajo, el ambiente fresco, el
camino… Contemplamos lo que nos rodea y dejamos que entre en nosotros el otoño,
la tarde, el silencio. Como diría Juan Ramón Jiménez en el capítulo XVIII de
Platero y yo, “La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada
de eternidad, es infinita, pacífica, insondable”.
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