¡Qué
alegría más grande haberme equivocado en la predicción del tiempo de la semana!
Ha llovido, y encima casi no ha molestado a las Fallas. Lo ha hecho con
nocturnidad y alevosía, cuando la fiesta ya era fuego, o casi, pero lo ha
hecho. ¡Ha llovido!
Seis
litros en todo el invierno no es como para echar cohetes, en realidad da mucha
pena, pero más vale esto que nada, que es lo que parecía que iba a ser. Ya no
podemos decir que el invierno astronómico, cuando acabe hoy, dos minutos antes
de las once de la noche, ha concluido con cero litros; lo ha hecho con seis,
algo es algo.
Cosas
del Mediterráneo. Ya decía también que existía la posibilidad de que los “imprevistos
que son posibles por estas latitudes” nos dieran una alegría. Y así ha sido. Un
rumor en el patio, largamente deseado, me ha despertado. Llovía mansamente, y
me he dicho ¡bendita equivocación! Y me he vuelto a dormir pensando en el olor
a tierra mojada, en los árboles limpiándose del polvo, en la primavera
inminente que necesita del agua para ser primavera…
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