Esta
entrada la he puesto en dos secciones del blog; una en la sección que llamo De
mi vida y la otra en Reflexiones políticas. Y es que es un recuerdo de mi vida
que resulta muy triste e inquietante evocarlo en los tiempos que corren, porque
me lleva a hacerme preguntas de respuestas cuanto menos incómodas.
Era yo
un niño de ocho, nueve, diez añitos que en la década de los 60 iba poco a poco
descubriendo el mundo. Mi abuelo Paco me ayudó mucho en ese descubrimiento.
Aparte
de contarme historias y cuentos que se inventaba, me llevó al fútbol, solo una
vez, pues vio que no me gustaba; a los toros, me gustaron más; a la estación
del norte, a ver trenes desde el andén y desde la pasarela que cruzaba la playa
de vías, me gustaba muchísimo…¡Ay, aquellas maquinotas de vapor!
Muchos
domingos, con el "trenet", íbamos a la Malvarrosa a jugar a la playa, y al puerto,
a ver los barcos, y después nos tomábamos un aperitivo en el bar Gol antes de
volver a casa, a la paella dominical.
Otras
veces acudíamos al Parterre para ver las sardanas que mucha gente, la mayoría
catalanes afincados en Valencia, bailaba a la sombra de los inmensos magnolios que allí siguen estando.
Sí, se
bailaban sardanas en Valencia, y era una fiesta. Y nadie era ni agresor ni agredido.
Y los valencianos que íbamos a la fiesta seguíamos siendo muy valencianos, y
los catalanes muy catalanes… Y todos españoles.
Y
ahora vienen las preguntas de incómodas respuestas. ¿Qué han hecho con lo bueno
de aquella España? ¿Quiénes han hecho imposible una fiesta como aquella? ¿En
nombre de qué o de quién se han creado tan hondas divisiones? ¿Es esto
progreso?
Ahí
dejo las preguntas, al viento de la libertad de pensamiento, la más difícil de
matar, aunque lo intenten. Cuando yo era niño lo intentaban, ahora siguen
intentándolo.
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