Es esta
una receta tan sencilla que casi no es receta, pero en determinadas
circunstancias es un buen recurso para salir del paso.
Ingredientes
para dos o tres personas:
Una docena de alitas de pollo.
Dos pastillas de caldo de carne.
Vino
blanco y agua.
Pimienta
negra en polvo.
Unas
hojas de laurel.
Ponemos
las alitas en una cazuela y las cubrimos con el vino y el agua a partes
iguales. Añadimos la pimienta y las pastillas de caldo, y ya está.
Solo
queda dejarlo hervir hasta que reduzca tanto que esté a punto de quemarse, pero
sin llegar a hacerlo. Yo pongo fuego fuerte al principio, y cuando va
reduciendo bajo el fuego a medio, y vigilo con frecuencia para que quede casi
seco, pero solo casi. El asunto es que no quede prácticamente nada líquido en
la cazuela.
Están
buenísimas, y no hace falta echarles ni salsas ni mejunjes extraños.
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