Puede
resultar triste la lluvia. De hecho lo es para mucha gente, y más en esta
tierra donde no es ni mucho menos frecuente. ¡Tantos días sin sol! ¡Todo
húmedo! ¡Esa luz apagada, mortecina!
Lo
entiendo. Aunque a mí me gusta, entiendo que resulte triste. Pero pasar por esa
tristeza es necesario para gozar del estallido de vida que vendrá después. Y
solo con saber que es el camino para gozar de esa vida que en silencio se está
gestando gracias a ella, hace que la tristeza sea más llevadera.
Sobre
esta idea he escrito el poema que comparto a continuación titulado La lluvia
está encinta de esperanza.
La
lluvia está encinta de esperanza.
Es
triste.
nos
refugiamos de ella,
rompe
nuestros planes,
nos
quita la luz,
el
cielo azul,
el sol
y sus
caricias.
Todo
lo pinta de gris.
La
lluvia está encinta de esperanza,
porque
la tierra,
que en
silencio la acoge,
queda
felizmente fecundada.
Y a su
debido tiempo,
surgirá
la vida
que
dará vida.
Vida
que abierta al sol,
bajo
un cielo limpio,
será
una fiesta en la luz.
La lluvia
está encinta de esperanza,
como
tantos
días
duros,
tantos
esfuerzos rudos,
tantos
dolores aceptados,
tantos
tiempos,
como
la lluvia,
grises,
tristes,
pero
preñados de esperanza.
J.Q.S.
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