No
hace mucho fue el día mundial de las enfermedades raras. La España vaciada se
vació y sigue haciéndolo porque al ser pocos… Para conseguir algo de las
autoridades hay que recoger muchas firmas. Ahora, con la huelga del transporte,
el Gobierno negocia solo con la plataforma mayoritaria.
Como
estos podríamos poner muchos ejemplos más para demostrar cómo lo que importa es el
número. La mayoría se lleva siempre el gato al agua. La minoría, a la que ni
siquiera se le escucha, queda olvidada y marginada. Excluida.
Pero
no hemos de olvidar que en tiempos del nazismo, la mayoría era la que seguía a
Hitler. Y en la Unión Soviética, la mayoría apoyaba a sus líderes, no más
democráticos y respetuosos con los derechos humanos que el dictador nazi.
¿Qué
quiero decir con esto? Que las mayorías no siempre tienen la razón, y que
guiarse exclusivamente por ellas y gobernar tan solo en función de ellas, no
solo ha provocado grandes injusticias, sino auténticos baños de sangre. Por eso
creo que es muy importante escuchar y atender también a las minorías. También tienen algo que decir, y también tienen sus necesidades.
Invertir en la investigación de las
enfermedades raras no solo es justo, sino que puede arrojar luz sobre
enfermedades no tan raras. Atender a los pueblos pequeños, dotándolos de buenos
servicios sanitarios, educativos (la LOGSE fue un golpe mortal al mundo rural)
y de buenas comunicaciones, no solo es justo, sino que redunda en beneficio de
todos. Determinadas reivindicaciones, como la reciente de la atención
personalizada en los bancos, no debería exigir recogidas de firmas, bastaría
con escuchar a los que no se aclaran con las pantallitas, aunque sean pocos y
“a extinguir”, porque eso es lo justo. En el conflicto del transporte,
ningunear a quienes no están integrados en la plataforma mayoritaria solo lo
alarga innecesariamente. Y tampoco es justo.
Todo
esto se ve muy claro también en la dinámica actual de las redes sociales. El
número de seguidores convierten a uno de pelagatos en “influencer”, como se dice ahora. Pero el número de seguidores no
garantiza que lo que esa persona trasmite con su gran influencia sea digno de
ser trasmitido. Incluso puede ser, y hay casos en que lo es, contrario a los
principios más elementales de la ética, o simplemente vulgar e intrascendente,
inútil pues y perjudicial para los influenciados.
Ante
esta situación, situación con mil caras, urge tener ante todo una actitud
crítica. Pensar por uno mismo más allá de lo que piense la mayoría. No dejarse
“comer el coco” por nadie ni por nada. Y cuando nuestro pensamiento nos lleve a
sintonizar con los demás, ¡a disfrutar de ser uno entre todos, del calor de los
otros! Pero cuando nos lleve a enfrentarnos, aguantar en paz el dolor de ser yo
mismo, y el frío de la soledad y la incomprensión a la que puede conducirnos.
Aceptar el ser voz que grita en el desierto, pero voz que no se apaga.
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