No he
tenido tiempo, pero también es verdad que no tenía muy claro cómo decir lo que
quería decir después del concierto en la parroquia el pasado sábado. Por eso no
me he apresurado a escribir. Pero lo que tenía muy claro es que quería, quiero
dejar constancia en el blog de aquella tarde.
Una de
las mayores angustias de esta vida es vivirla sin encontrarle sentido. Vivir
por vivir, más allá de desear o no desear hacerlo. Vivirla casi como un proceso
biológico sin pies ni cabeza. Vivirla como una sucesión de tristes días huecos,
con alguna alegría de vez en cuando tan breve como superficial. Vivirla sin más
futuro que la nada.
Hay
así mucha, demasiada gente.
El
sábado, amigo mío, tú estabas en el otro extremo. Muy cerca del Cristo, en tu
parroquia, respirando música, arropado por largos y bien merecidos aplausos de
tu pueblo… Sé que la emoción, y no solo la tuya, era intensa, incontenible. Y
esos aplausos, esa música maravillosa, esa parroquia donde has vivido toda tu
vida de fe y ese Cristo tan cerca, hacían más intensa todavía esa emoción, y
más incontenible.
Y
fuiste capaz de contenerla, a duras penas, en esas palabras últimas, antes de
dirigir el Cant dels ocells, hablándonos
de “eixa palometa que volia alçar el vol…”
Y lo alzó,
“hacia otra luz más pura”, como diría Machado, y desde esa luz, nuestra fe nos
dice que, inmensamente feliz, te contemplaba dirigiendo la banda, en su
parroquia, os contemplaba a ti y a los tuyos, a su esposo de toda la vida; y
desde la plenitud de sentido de su existencia, colmada ya para siempre, os deseaba que más allá del
dolor profundo y humano de la separación, sigáis sus pasos en paz, con la
esperanza de que, no podemos ni imaginar de qué forma, algún día nos encontraremos
todos en un Cielo nuevo y una Tierra nueva.
Su
vida entera, de principio a fin tuvo sentido. Y creo que el sábado por la
tarde, de algún modo, esa vida cumplida estalló en una explosión de música,
aplausos, lágrimas y oraciones, alcanzándonos a todos los que tuvimos el
inmenso privilegio de acompañarte.
Ella
puede decir ahora, con Neruda, “confieso que he vivido”, y añadir," y ha valido
la pena”. Ese es el camino que nos marca. Uno de los grandes regalos que nos
deja. Que la vida, después de todo, tiene sentido.
¡Gracias
y que Dios os bendiga!
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