Hay un
momento, cada año, en la vida del naranjo, que es toda una lección. Ese momento
es ahora, a principios de marzo. Las naranjas están en su punto ideal de maduración,
y lucen en los árboles contrastando con el verde intenso de las hojas. Pero
también las flores de azahar están ya presentes, a punto de abrirse, junto a
ellas, en tranquila armonía.
Pienso
que es ahora cuando los naranjos alcanzan su plenitud. Cuando lo que se va y lo
que llega coexisten danto al árbol una belleza rotunda, absoluta. ¡Qué hermoso
es un naranjo cargado a la vez de naranjas y de azahar!
¿Veis
la lección? Frente a todos los que se empeñan en ahondar las diferencias entre
las generaciones, empobreciéndonos a todos, estos árboles tan nuestros nos
dicen que es posible vivir juntos, y que así, aprendiendo unos de otros,
seremos todos mejores. No sobra nadie. Es solo cuestión de tiempo, de un tiempo que nunca hay que forzar.
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