FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 22 de marzo de 2022

En las orillas del Sar.

Era la mañana serena y plácida. El sol brillaba en un cielo azul, y el aire en calma y la temperatura suave invitaban al paseo sosegado por las callejuelas y placitas de la ciudad que empezaba a despertarse poco a poco.

Hablo de Santiago este sábado pasado. Tras la visita a la catedral, aún tranquila, nuestro caminar nos llevó a la plaza de Cervantes, donde una librería, cuando el tiempo lo permite, saca libros a la calle en unos expositores.

Y allí, muy cerquita de donde vivió Rosalía de Castro, encontré un facsímil de la primera edición, publicada en 1884, de su libro de poemas En las orillas del Sar. Costaba entonces cuatro pesetas y especificaba cual era el único punto de venta en Cuba, y que el precio, en el resto de América, lo fijarían los corresponsales, según el cambio.

Para mí una joyita más que tengo en casa.

Leyendo hoy algunos poemas, junto al fuego, he encontrado uno que dedica a las encinas y robles, y también a los pinos. Voy a compartir el fragmento que dedica a estos últimos, tan nuestros. La naturaleza está muy presente en toda su obra. Y no la describe como algo exterior a ella, sino como parte de ella misma. Hay siempre un íntimo y emotivo diálogo entre ambas.

También comparto tres fotos. Una, la de una señora, ya muy mayor, que parecía salida de una novela, cuando fue a mirar libros (la desfiguro un poco por respeto a la privacidad); otra, la de la casa donde vivió Rosalía de Castro; y otra, la del libro del que hablo.


Una mancha sombría y extensa

borda a trechos del monte la falda,

semejante a legión aguerrida

que acampase en la abrupta montaña

lanzando alaridos

de sorda amenaza.

 

Son pinares que al suelo, desnudo

de su antiguo ropaje, le prestan

con el suyo el adorno salvaje

que resiste del tiempo a la afrenta

y corona de eterna verdura

las ásperas breñas

 

Árbol duro y altivo, que gustas

de escuchar el rumor del Océano

y gemir con la brisa marina

de la playa en el blanco desierto,

¡yo te amo!, y mi vista reposa

con placer en los tibios reflejos

que tu copa gallarda iluminan

cuando audaz se destaca en el cielo,

despidiendo la luz que agoniza,

saludando la estrella del véspero.*

 

El poema es muy clarito, pero quiero destacar eso de “son pinares que al suelo, desnudo de su antiguo ropaje, le prestan con el suyo el adorno salvaje”. El antiguo ropaje son los robles y las encinas que han sido talados. Hay una preocupación muy profunda en ella por el deterioro de la naturaleza y sus consecuencias incluso en la historia y la cultura de su querida Galicia.

*Véspero, atardecer. Estrella del véspero, Venus.







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