Se
pueden hacer muchas reflexiones sobre lo que está pasando en Ucrania. El tema
es tan complejo que permite ser analizado, con infinita tristeza y con miedo,
desde muchas perspectivas diferentes.
Yo lo
voy a hacer hoy desde una que habiéndola vivido en carne propia a lo largo de mi vida, como casi todo el
mundo, me resulta esclarecedora y me lleva a conclusiones importantes. Y
prácticas.
Putin
está en el extremo de un continuo cuyo otro extremo está en nuestros colegios,
incluso en nuestras guarderías.
El
chulo, el prepotente, el avasallador, ambicioso ya en la infancia, rabiosamente
competitivo, establece una suerte de dominio a su alrededor utilizando lo que
haga falta para mantenerse en su estatus que nunca es suficientemente
satisfactorio para él.
Lo que
ocurre es que en los centros educativos están los maestros y profesores que
tratan, con mayor o menor eficacia, de controlar a estos individuos para que la
sangre no llegue al río.
Más
tarde, cuando entramos ya en el ámbito laboral ocurre lo mismo. Solemos llamar
trepas a estos individuos que con tal de lograr el estatus deseado utilizan
todo tipo de argucias y artimañas.
Y aquí
no hay maestros o profesores. Aquí hay jefes que no siempre actúan poniendo a
estos individuos en su sitio porque eso suele implicar tomar partido, y eso no es cómodo. Pero ocurre que la
neutralidad, cuando hay un agresor y un agredido, supone apoyar al agresor, por lo que de hecho ya se ha tomado partido.
Sigamos
subiendo en este continuo.
Cuando
individuos como estos llegan a puestos importantes en la sociedad, con
influencia directa sobre millones de personas, siguen la misma táctica que en
el colegio o en la empresa. Aislar, perseguir y eliminar a quienes les pueden
hacer sombra. Primero personas concretas, después países enteros.
Y aquí
aparece la siniestra figura de Putin.
Pero
la acción, a escala muy diferente, es la misma. El niño acosador que siembra el
miedo en aquellos que se le antojan enemigos o débiles. El trepa, que amarga la
vida a quien le parece adversario, y crea conflictos dificultando y
empobreciendo la empresa hasta alcanzar su objetivo. Y este señor, de nombre ya
maldito para la historia, cuyo colegio, cuya empresa, es el mundo entero.
A esta
actitud ante la vida, en los niveles más altos se le añaden otros, digamos
condimentos. Cuestiones económicas, incapacidad de superar la historia, nacionalismos
excluyentes, ideologías totalitarias y un sinfín más de basura que debidamente
acicalada se utiliza como justificación.
He
hablado al principio de conclusiones prácticas. Sí, prácticas. Solo el respeto a la dignidad del ser humano, el reconocimiento de lo sagrado de la vida, la justicia
social, la educación en libertad y la cultura auténtica que es plural y no sabe
de fronteras, pueden evitar la aparición en la historia de estos monstruos.
Muy
difícil ¿verdad? Cuando pase esto, si podemos para entonces, deberíamos haber tomado buena
nota de todo lo sucedido, empezando por cómo hemos llegado hasta aquí, porque esa sombra negra que ahora planea sobre el mundo
planeaba antes, en menor escala, sobre España.
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