Contemplaba
esta mañana, desde la montaña, ese lugar exacto del mundo donde reposan los
restos de mi madre, que no ella. También allí, no muy lejos, reposan los de la
madre de Isabel. Y ellas me contemplaban a mí, haciendo lo que más me gusta.
Hace un rato me he enterado de la partida a la casa del Padre de la madre de unos amigos. Momento este de desgarro y de dolor que exige su tiempo en medio de la vida. Tiempo de silencio y quizá palabras, no muchas. Les dedico, os dedico, amigos, estas de Dámaso Alonso* que siempre me han gustado. Es, quizá, lo que podríamos haberles dicho antes de su partida.
No tengas miedo, madre. Mira,
un día ese tu sueño cándido se te hará
de repente más profundo y más nítido.
Siempre en el bosque de la
primer mañana, siempre en el bosque
nuestro.
Pero ahora ya serán las
ardillas, lindas, veloces llamas, llamitas de
verdad;
y las telas de araña, celestes
pedrerías;
y la huida de corzas, la fuga
secular de las estrellas a la busca de Dios.
Y yo te seguiré arrullando el
sueño oscuro, te seguiré cantando.
Tú oirás la oculta música, la
música que rige el universo.
Y allá en tu sueño, madre, tú
creerás que es tu hijo quien la envía.
Tal vez sea verdad: que un corazón es lo
que mueve el mundo.
Madre, no temas. Dulcemente
arrullada, dormirás en el bosque el más
profundo sueño.
Espérame en tu sueño. Espera
allí a tu hijo, madre mía.
Y estas otras, del Cantar de los Cantares**, que son las
que, desde mi fe, sé que escuchó mi madre, la de Isabel, y las que ya habrá
escuchado la vuestra, amigos, para despertarla de ese profundo sueño, en ese bosque, ya más allá del tiempo y del espacio.
Levántate, amada mía,
hermosa mía y vente!
Porque mira, ha pasado ya el
invierno,
cesaron y se fueron las
lluvias.
Aparecieron las flores sobre
la tierra,
llegó el tiempo de las
canciones,
y se oye en nuestra tierra
el arrullo de la tórtola.
La higuera dio sus primeros
frutos
y las viñas en flor exhalan su
perfume.
¡Levántate, amada mía,
hermosa mía y vente!
* En su libro Hijos de la ira. Poema titulado La madre.
** Cant. 2,10-13.
No hay comentarios:
Publicar un comentario