Hoy no
había silencio en la montaña. Me he escapado un rato, dos horas cortas, a la
sierra, y bajo una llovizna persistente me he adentrado un poco en ella.
¡Qué
delicia! El viento, y el agua que corría por todas partes, componían una
sinfonía que bien podría llamarse Temporal. En mi caminar, a ratos dominaba el
viento, otros era el agua, a veces se unían ambos en una suerte de apoteosis
musical. El instrumento que tocaba el aire eran las copas de los árboles; el
agua, la tierra.
Todo
un espectáculo. Lástima que no pueda compartir más que imágenes, porque aunque
hubiera grabado un vídeo, sería un pobre reflejo de lo que era estar allí esta
tarde. Faltaría el cielo gris, el frío, el aroma a tierra mojada y a
vegetación, esa sinfonía de la que hablo, envolviéndote por todas partes…
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