FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Asisto asombrado.



Asisto asombrado a esa ola de miedo e indignación que recorre nuestro país desde el espectacular subidón de Vox en las últimas elecciones. Y subrayo las palabras miedo e indignación. Y observo también con qué poco sentido crítico se afronta el hecho. Frases lapidarias, posturas radicales, descalificaciones acaloradas; de todo menos analizar por qué ha ocurrido esto.
Vaya por delante que soy de los que piensan que ni Vox ni Podemos deberían haber surgido nunca, y que el que estén ahí, y no de adorno, es un hecho al que no se puede responder ni con prejuicios, ni con descalificaciones ni con insultos. Aunque sólo sea porque hacer esto es profundamente contrario al pluralismo democrático y una falta de respeto a los ciudadanos que, haciendo uso de sus derechos, han votado a estos partidos.
Pero voy a centrarme en el impresionante y más que previsible ascenso de Vox.
¿Por qué en vez de subirse a la “figuereta”, como se dice por aquí, no se analiza de verdad el asunto? ¿Por qué no se busca la raíz de lo ocurrido? Si tanto miedo da, si tanta repulsa produce, ¿por qué no se arranca de raíz ese tan pernicioso árbol, como si fuera el único pernicioso, que ha crecido en el “solar patrio”? Pero no, lo intentan talar, quemar… así retoñará.
Habría que arrancarlo de raíz, como a otros, y la raíz es el ansia de libertad de millones de personas que están hasta más arriba de las narices de la tiranía brutal de lo políticamente correcto; de la incoherencia y la demagogia acrítica de la llamada progresía; de la imposibilidad de expresar tus opiniones sin que te insulten o desprecien, si no son las oficiales; de la dificultad de vivir tu vida según tus principios, si no son acordes a la ideología dominante.
Paradójicamente el auge de Vox no es más que un grito de libertad, (desearía que nadie sacara de contexto estas palabras) porque no hay que olvidar que, más allá de los que se han decido a votarles contra viento y marea, están los que estuvieron a punto de hacerlo y no se decidieron, y los que nunca lo harían, pero les parece bien que otros lo hayan hecho, aunque nunca lo dirán. Son  mucha, mucha gente, demasiada.
Sólo hay una forma de arrancar el árbol. Reencontrarnos con la libertad, con el pluralismo, con el respeto al diferente. Plantar cara al que etiqueta, desprecia, descalifica a todo aquel que no es de su cuerda. Plantar cara a los que funcionan a base de prejuicios. Plantar cara a quienes no analizan nunca nada porque eso pondría en duda sus ideas. Plantar cara al que se siente en posesión de la verdad, como dueño y señor de la única verdad, la suya. Y sobre todo  superar la historia de una puñetera vez.
Me da mucha pena decirlo. Yo viví veinte años de dictadura. Ciertamente no podía decir lo que pensaba, sobre todo en cuestiones sociales y políticas. Ahora, hace ya tiempo, tampoco puedo.
Yo no quiero un partido como Vox, como tampoco uno como Podemos, pero en una democracia, mientras respeten la Constitución, tienen derecho a existir; y sé que su existencia, no ellos, nos denuncia a todos, políticos y ciudadanos, y nos dice que no lo estamos haciendo bien.
El día que lo hagamos bien, que nos reencontremos con la democracia y la libertad, Vox y Podemos se debilitarán convirtiéndose en partidos minoritarios. Pero serán los dos, los dos los que deberán debilitarse de modo natural en futuras elecciones. Si siguen ambos ahí, o sólo se debilita uno, será señal de que lo estaremos haciendo rematadamente mal, de que una vez más estaremos malogrando otra oportunidad histórica de reconciliarnos, de progresar de verdad. Será señal de que habremos tomado, otra vez, el camino al infierno.

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