Releyendo
el texto que publiqué ayer de Baltasar Gracián y, ¿por qué no decirlo?
disfrutando de su lectura, tanto por lo que dice como por la forma de decirlo,
me ha parecido encontrar en él algo así como un decálogo antimanipulación, y me
he dicho, voy a ver si de verdad salen diez principios para defendernos de los
abductores de mentes y voluntades que nos rodean. ¡Y han salido!
Así
pues, y con permiso de don Baltasar Gracián y Morales, expongo las diez normas
básicas que hemos de seguir para que no nos coman el coco. Normas que ya nos
dio este buen hombre hace más de 400 años. Primero repito el texto que ya puse ayer.
Atención
al informarse. Vívese lo más de información. Es lo menos lo que vemos; vivimos
de fe agena. Es el oído la puerta segunda de la verdad y principal de la
mentira. La verdad ordinariamente se ve, extravagantemente se oye; raras vezes
llega en su elemento puro, y menos quando viene de lejos; siempre trae algo de
mixta, de los afectos por donde passa; tiñe de sus colores la passión quanto toca,
ya odiosa, ya favorable. Tira siempre a impressionar: gran cuenta con quien
alaba, mayor con quien vitupera. Es menester toda la atención en este punto
para descubrir la intención en el que tercia, conociendo de antemano de qué pie
se movió. Sea la reflexa contraste de lo falto y de lo falso.
Y
ahora el decálogo.
1ª Atención al informarse.
Hemos de ser conscientes de que recibimos constantemente información. Hay que
tener una actitud de atención activa ante la información. No vale tragar lo que me echen.
2ª Vívese lo más de
información. Nuestra vida es lo que es según la información que recibimos. No
olvidemos pues que no hay información inocua, construimos nuestra vida sobre ella.
3ª Es lo menos lo que vemos;
vivimos de fe agena. No vemos casi nada de lo que ocurre. Sabemos lo que ocurre
porque nos fiamos de quien nos lo cuenta. Seamos conscientes de que nos estamos
fiando, casi siempre, de terceros y desconocidos.
4ª Es el oído la puerta
segunda de la verdad y principal de la mentira. Si nos lo cuentan puede ser
verdad o no. No nos creamos toda la información que nos llega. ¡Ojo con el
famoso lo ha dicho la tele, o lo sé de buena tinta!
5ª La verdad ordinariamente se
ve, extravagantemente se oye. Lo que vemos personalmente con claridad y
contundencia suele estar más cerca de la verdad; si nos lo cuentan, ya es
harina de otro costal. Intentemos en la medida de lo posible acudir a las
fuentes, contrastarlas, verlo si podemos, que no nos lo cuenten.
6ª Raras vezes llega en su
elemento puro, y menos quando viene de lejos. Cuanto más alejada de nuestra
vida cotidiana está la información que nos “venden”, más fácil es que no sea
verdad. Seamos cautos cuando nos hablan de realidades lejanas a la nuestra.
7ª Siempre trae algo de mixta,
de los afectos por donde passa; tiñe de sus colores la passión quanto toca, ya
odiosa, ya favorable. La información nos llega tanto más adulterada cuanto más
largo ha sido su recorrido hasta nosotros. Atentos al maniqueísmo, o buenos o
malos. Simplificaciones teñidas de los colores por donde pasa la noticia.
8ª Tira siempre a
impressionar: gran cuenta con quien alaba, mayor con quien vitupera. El sensacionalismo.
Cuanto más impacte la noticia mejor. Lo bueno será excelente, y lo malo,
pésimo. No hay moderación. No hay grises, o blanco o negro. No nos dejemos
embaucar por lo radical, lo extremoso, lo impactante.
9ª Es menester toda la
atención en este punto para descubrir la intención en el que tercia, conociendo
de antemano de qué pie se movió. Hay que conocer quién nos da la información, a
quien se debe, de quien cobra, con quien comulga. Identifiquemos las
servidumbres de quien nos informan, sea la
prensa, la tele, la radio, internet o la vecina.
10ª Sea la reflexa contraste
de lo falto y de lo falso. Y como un resumen de todo lo anterior es necesaria
la reflexión para descubrir las tergiversaciones y mentiras, bien por omisión o
acción. Reflexionemos, pensemos. Si no pensamos nosotros, otros pensarán por
nosotros.
Es esta última frase lo último que les dije a mis alumnos de
filosofía. Mis últimos alumnos. ¡Ojalá no la olviden!
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