Faltaría el dibujo de un niño en Masterchef Junior o en La Voz Kids, por ejemplo. |
Si
digo que la explotación de menores es un delito repugnante, todo el mundo estará
de acuerdo. Y pensará en otros tiempos,
en otros países, o en oscuros y ocultos reductos aquí y ahora.
Pero
nadie pensará en la televisión.
La
gran explotadora de los niños en nuestra sociedad. Explotación con el visto
bueno de las autoridades, el silencio cómplice de la sociedad, y la impagable
colaboración de los padres de los niños explotados.
La
televisión no tiene alma. No tiene ningún principio moral. Es un monumental sistema
de manipulación social controlado por los poderes económicos y políticos de
turno, y con el único criterio de la audiencia; criterio que está en función de
la adecuada satisfacción de las necesidades de esos poderes.
Los
concursos infantiles son una
forma socialmente aceptada y hasta aplaudida, de hacer negocio ni más ni menos
que con los niños y adolescentes, con sus habilidades, sean culinarias, cantarinas, chistosas…,
pero sobre todo con sus sentimientos, sus emociones y sus afectos, y esa forma todavía fresca y espontánea de manifestarlos.
De
ellos, la televisión saca dinero y mucho, y sus papás, como el niño ha salido
en la tele, tan contentos; y más si ha ganado.
Nadie
piensa en los efectos psicológicos devastadores que el entrar en ese mundo de
la televisión tan deslumbrante, y más aún en la infancia y juventud, como
falso, tiene para los niños y adolescentes; personas en formación, vulnerables
hasta el límite.
Y esto
es explotación de menores. Porque ¿qué es la explotación de menores si no
obtener beneficios económicos mediante ellos? Y eso sí, cuidándolos lo justo para que
produzcan esos beneficios, ni más ni menos. Es como cuidar a la vaca porque nos
da leche, no por la vaca.
Pero
ya sé que esto, como otras muchas cosas, no tiene remedio. Lo único que puedo
hacer es escribir, mientras no me canse de hacerlo, y encender la tele sólo
para ver el tiempo, y a veces ni eso.
Pienso
que actualmente la televisión es uno de los grandes obstáculos para que nuestra
sociedad sea realmente libre y respetuosa con la dignidad humana. Y no debería
serlo. Delinque continuamente sin que nadie le pare los pies. Miente, falsea,
manipula y embrutece. Y solo un reducidísimo número de programas en algunas cadenas
y en horas raras nos recuerda lo que la tele podría ser, debería ser, y no es.
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