Hoy hace veintiún días de mi última
clase. Una clase muy especial, en la que mis alumnos de 4º de filosofía me leyeron
el texto que hoy comparto; un hermoso regalo.
Y si lo que querían era hacerme
recordar con emoción y nostalgia tantas y tantas clases que en aquel momento
empezaban a ser pasado, desde luego que lo consiguieron.
No quiero hacer más comentarios, pues
creo que el texto se sobra y se basta para decir mucho de lo que ha sido mi
vida con mis alumnos durante treinta y siete años.
Hola Jesús, Hola don Jesús, como te
llamaban tus alumnos cuando dabas clases en la EGB:
Hoy te jubilas. Esta es tu última
clase y queremos que sea diferente y especial. Para nosotros es un honor y un
privilegio del destino que esta sea tu despedida como maestro, nuestro maestro.
Esta clase de filosofía va a ser más
parecida a una clase de literatura y tú serás un alumno más. Ya ves, tu última
clase como profesor y sentado entre nosotros…
Vamos a recordar, juntos, esos
maravillosos libros de lectura "obligatoria"
que hemos leído tantas generaciones y que tanto nos han hecho disfrutar. No
solo de su lectura, sino de tus reflexiones y comentarios que nos han llevado a
emocionarnos.
Vamos a recrearnos con algunos
fragmentos de tus libros preferidos, de nuestros libros preferidos. Empezamos
con Cipi.
En cuanto los hermanos de Cipi aprendieron a volar, mamá gorriona
acompañó a sus hijitos.
Primero fueron al ciruelo alto del huerto, en el que todas las noches,
antes de dormir, los gorriones del tejado se contaban los sucesos del día.
Aquel vuelo fue fácil para Cipi, en cambio a los hermanos les latía
fuerte el corazón, pero todo marchó bien. Cipi voló a lo alto del árbol nada
más llegar y desde allí empezó a explorar el mundo.
-Mami, ven a ver, ¿qué es lo que hay aquí?, ¿qué hay allí?
-Ahora iremos a ver todo
Respondió la mamá. Y continuó el vuelo.
En cuanto entraron en el gran árbol florido se posaron sobre una rama y
una vocecita dijo:
-¡Ay, me haces daño!
E inmediatamente una florecita se desprendió y cayó al suelo.
-¡Adiós!
Susurraron las otras florecillas.
-¿Quiénes son Mami?
Preguntó Cipi.
Y la mamá:
-Son copos blancos que Bola de Fuego irá transformando poquito a poco en
bolitas rojas y exquisitas.
De pronto se oyó una música ligera que vibraba por toda la planta.
-Mami, y esto ¿qué es?
-Las abejas. Cantan canciones a las florecitas. Durante estos días es su
fiesta.
Respondió sonriendo su
mamá.
Esto es justamente lo que nos has
ayudado a hacer; a descubrir el mundo, con tu infinita paciencia para contestar
nuestras preguntas y explicarnos las cosas de manera clara y divertida.
Y,
como tú escribiste un día, "el último
párrafo es un auténtico programa de vida y además me parece precioso. Dice
así:
También Cipi
y Gorrioncita fueron felices y tuvieron muchos hijos a los que enseñaron las
cosas aprendidas de la vida:
- A ser trabajadores para mantenerse
honestos.
- A ser buenos para ser amados.
- A abrir bien los ojos para
distinguir lo verdadero de lo falso.
- A ser valerosos para defender la
libertad.
¿Cómo lo
veis? Y, a propósito de esto, hablamos de que el ser trabajador permite poder
llevar una vida honrada. De que quien sabe amar y respetar genera amor y
respeto a su alrededor. De que hay que tener capacidad crítica, pensar,
analizar las cosas, para que no nos manipulen. De que hay que ser valientes
para ser de verdad libres y crear espacios de libertad a nuestro alrededor".
Y así
aprendemos lengua y de paso a vivir de una manera digna, limpia. Aprendemos a
ser hombres de bien, buenas personas, gente honrada, buena, crítica y libre”.
Y otro trocito más de ternura. No
podía faltar en esta clase especial de literatura un recuerdo a Platero…
En el arroyo grande, que
la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja
carretilla, perdida toda bajo su carga de hierba y de naranjas.
Una niña, rota y sucia,
lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor
al borricuelo, más pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero.
Y el borriquillo se
despechaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la
carreta, al grito sollozante de la chiquilla.
Era vano su esfuerzo, como
el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que
se caen, en un desmayo, entre las flores.
Acaricié a Platero y, como
pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Lo obligué
entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y
rucio del atolladero, y les subió la cuesta.
¡Qué sonreír el de la
chiquilla! Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre
las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus
tiznadas lágrimas.
Con su llorosa alegría, me
ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas. Las tomé, agradecido,
y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra, a Platero, como
premio áureo.
En este ejercicio tú nos pedías: “Piensa
en alguna ocasión en que hayas ayudado a alguien y cuéntalo”.
Nosotros queremos darte las gracias
por la ayuda que tú nos has brindado; como profesor, orientador, compañero y
amigo. Pero, sobre todo, por hacernos pensar en la ayuda.
¡Cuánto camino recorrido juntos!
Sabemos que la lectura de la obra que vamos a recordar a continuación es de las
que más te han emocionado…
Don José, el cura, que era un gran santo, le dio buenos consejos y le
deseó los mayores éxitos. A la legua se advertía que don José tenía pena por
perderle. Y Daniel, el Mochuelo, recordó su sermón del día de la Virgen. Don
José, el cura, dijo entonces que cada cual tenía un camino marcado en la vida y
que se podía renegar de ese camino por ambición y sensualidad y que un mendigo
podía ser más rico que un millonario en su palacio, cargado de mármoles y
criados.
Jesús, sabemos que tu camino como
profesor ha sido bonito y, a la vez, difícil. Gracias por no haber renegado de
tu camino como maestro y habernos acompañado en el nuestro. Nosotros, ahora, te
deseamos un feliz nuevo camino.
Jesús, te vemos como mitad Machado,
mitad Quijote…y así, con palabras de don Antonio, vamos a recordar a otro de
tus autores preferidos, que además también fue maestro:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
sino estelas en la mar.
Más
que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Y
cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Y con palabras que Cervantes puso en
boca de Don Quijote, vamos a poner punto final a esta última clase de tu camino
junto a nosotros:
Al bien hacer jamás le falta premio.
Bien predica quien bien vive.
El que lee mucho y anda mucho, ve
mucho y sabe mucho.
Don Quijote soy, y mi profesión la de
andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y
evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y
busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso de tonto y
mentecato?
Donde una puerta se cierra, otra se
abre.
No huye el que se retira.
Ya.
Con este “Ya” termina el Quijote y
con este “Ya” termina esta clase especial de un maestro especial. Deseamos
haberte emocionado, porque esto es lo que tú siempre has conseguido de
nosotros.
Jesús, don Jesús, muchas gracias.
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