Ponerme
a escuchar noticias sería ahora, al menos para mí, un acto de masoquismo si
encontrare placer en ello, y desde luego no es el caso; pero de vez en cuando lo hago por eso de seguir en
el mundo, aunque siempre acabo con un regusto amargo que me cuesta Dios y ayuda
disipar.
Sin embargo, anteayer, volviendo a casa de uno de esos baños de soledad montaraz que me doy
siempre que puedo, puse en la radio noticias, y escuché alborozado algunas de
las medidas que, en sus primeras 24 horas en la Casa Blanca, había tomado el
presidente Biden.
-Llamada
a la reunificación y reconciliación de la sociedad norteamericana.
-Puesta
en marcha de un plan nacional contra la pandemia con la colaboración del
ejército.
-Reingreso
de los EEUU en el Acuerdo de París.
-Reingreso
de los EEUU en la OMS.
-Paralización
del muro con Méjico.
-Reintroducción
del español en la WEB de la Casa Blanca.
Y
había muchas más, pero yo me quedé con estas. Todas lógicas, coherentes,
constructivas. Buenas para los EEUU y el mundo.
¡Buenas
noticias, Dios mío! ¡Buenas noticias! Un soplo de aire fresco en el bochorno
irrespirable, un rayito de luz en la oscuridad, un poquito de esperanza en la
desolación.
Pensé,
pueden respirar un poco más tranquilos al otro lado del charco. El monstruo se
retira a sus lujosas cavernas. Pero también pensé, y eso me dio escalofríos,
que aquí también tenemos monstruos de esa calaña, los mismos perros con
distintos collares… Y no están en ninguna caverna. Eso es lo que pensé.
¡Ojalá
esté yo equivocado! Esa es mi esperanza, estar equivocado. Pero cada vez que
oigo noticias y no hablan de la pandemia se me cae el mundo a los pies. Y
cuando hablan de ella, también...
No hay comentarios:
Publicar un comentario