FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 20 de enero de 2021

Lo celebraremos con vosotros.


El cierre total de la hostelería a partir de mañana no me ha pillado por sorpresa, pero no por esperado me ha dolido menos. Me ha dolido por el agravamiento de la angustiosa situación en la que está viviendo la gente que trabaja en ella. Y me duele también por todo lo que eso significa para muchísimas personas, entre ellas yo, y conmigo muchos de mis amigos, quizá todos. Estamos mal, y aún no veo luz al final del túnel.

Y en medio de esta oscuridad, es necesario reconocer también, junto a otros reconocimientos, lo importante en nuestras vidas que han sido y son todas esas personas que, desde bares y restaurantes, nos han acompañado a lo largo de los años. Su trabajo no tiene precio, y me atrevo a decir que no se paga solo con dinero. Porque con dinero pagamos la comida y el trabajo que ha costado hacerla, pero no el buen rato que hemos pasado, no todo lo que alrededor del comer y del beber hemos gozado. Si echo la vista atrás, veo cuántos momentos de auténtica felicidad, de alegría de vivir, se han tejido a lo largo de mi vida, en bares y restaurantes.

Cuando era niño, muy niño, me alegraba ir con mis padres a tomar un aperitivo al bar Los Tanques, o Los Caracoles, en Valencia, cerca de donde mi abuelo tenía su agencia de trasportes. O la fiesta que suponía ir algunos domingos de restaurante, Los Viñales en el barrio del Carmen, o las Tres Cepas, en el puerto.

A mi abuelo Paco lo recuerdo feliz, invitándonos a la “paelleta” en La Garrofera, en Náquera, casi hasta el final de sus días. Y tampoco puedo olvidar a mi madre que, hasta el último día de su vida, ya en plena pandemia, nos hubiera invitado a almorzar o a comer en cualquier sitio; todos le gustaban. Era una de sus ilusiones a los 93 años, salir a almorzar o comer por ahí.

Y todos los baretos del barrio donde vivía en Valencia, dignos finales de las actividades y reuniones del Junior. O los inolvidables del Pirineo donde, felices hasta la médula, trazábamos planes y festejábamos el haberlos concluido con éxito, o nos consolábamos si no había sido así. De aquella queridísima tierra, tan mía como esta, y tan lejana ahora, debo nombrar la fonda Barrabés, en Benasque, y el restaurante el Fogaril, regentados por la familia Ciria. Y en Viella, el bar Era Puma. Y en Hecho, el bar Subordán, el de Arturo... Sería interminable la lista de esos lugares donde he sido feliz.

Como felices hemos sido, en  nuestros viajes por España, a menudo en moto, o por Europa, descubriendo esos bares de pueblo pequeño, esas tascas, esos restaurantes donde hemos comido, bebido, descansado, en ambientes tan diferentes como agradables y acogedores. Nada que ver tenía aquel pequeño bar de un pueblecito perdido en la serranía de Cuenca, con el elegante restaurante de Salzburgo. Pero de ambos guardamos gratísimo recuerdo.

Y más cerca de aquí, todos esos bares, normalmente regentados por familias, donde parábamos en las rutas moteras, o almorzábamos o comíamos en las excursiones. La Calderona, Espadán, Buñol, Requena, Venta Gaeta, Cofrentes, Chelva, Tuejar…

Y aquí mismo, en la comarca, Benaguacil, La Eliana, Liria, Villamarchante, La Pobla, a cuyos bares hemos ido tantas veces a cenar con los amigos, o Isabel y yo, mano a mano, tras un "vamos a cenar por ahí".

En Ribarroja también podría hacer una hermosa lista de recuerdos de ratos pasados disfrutando de los amigos, alrededor de una mesa bien surtida de tapas y buena cerveza. Pero de un modo especial quiero acordarme en estos momentos del bar L´Institut que, enfrente de mi puesto de trabajo, ha sido deseable y esperado lugar de reposo cotidiano durante muchísimos años.

Siento en el alma lo que sucede. Sé que me entristecerá ver las persianas echadas. El vacío donde tenía que estar la terraza. El silencio, donde debía oírse la algarabía de la gente, a veces excesiva, pero que ahora echo tanto de menos. Y pensar en los salones de los restaurantes, sin nadie, fríos, oscuros… Lo siento en el alma.

Acabo con la seguridad incómoda de haberme dejado mucho que decir, sobre todo de no haber nombrado a más de uno de estos entrañables y queridos rincones del mundo cuya importancia y valor apreciamos ahora como quizá nunca pensamos que podríamos llegar a hacerlo.

A todos, a los que os he nombrado y a los que no, pero os recuerdo, os manifiesto mi aprecio, mi reconocimiento, mi agradecimiento. Os deseo fuerza y ánimo para aguantar el durísimo temporal. Y os advierto que, cuando la tormenta pase, cuando vuelva a salir el sol, os necesitaremos donde siempre habéis estado, en el centro mismo de nuestra forma de vivir. Porque sí, porque entonces lo celebraremos, y ¡cómo no! lo celebraremos con vosotros.

2 comentarios:

  1. Que grande eres Jesús, muchas gracias de todo corazón.
    Solo puedo decirte que cada vez que lo leeo me saltan las lágrimas.
    Para mi siempre serás mi gran amigo y me quedo con tu frase de " ya te pagará Isabel " .
    Gracias, gracias y gracias ����
    Porque hasta ayer os llevasteis la comida para llevar y se que fue un gesto de admirar solo por ayudarme .

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  2. Gracias a vosotros. De verdad lo digo. Los gratísimos almuerzos, las comidas cuando no teníamos tiempo de ir a a casa a comer, el cholec con un donut por las tardes entre entrevista y entrevista... Años y años. Buena atención y buena comida, un rato de descanso y tertulia con los compañeros, de desahogo. Soy yo, somos nosotros los que os tenemos que estar siempre agradecidos. Gracias. Y no perdamos la esperanza nunca. Pasará la tormenta. Abrazos a la familia. ¡Qué ganas de poder hacerlo de verdad!

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