Agobiados
por la pandemia y ahora por el temporal, nos está pasando desapercibido lo
ocurrido en los Estados Unidos. Y es un problema pues es un asunto de extrema
gravedad, y no solo para los americanos.
La
toma del Capitolio por las “hordas de Trump”, alentadas por él mismo, desde la
Casa Blanca, ponen de manifiesto dos cuestiones muy importantes. La primera,
que el estado de derecho es más vulnerable de lo que nos imaginamos. La
segunda, que la democracia, cualquier democracia es también vulnerable, frágil;
aunque unas más que otras.
Personas
como Trump han llegado al poder gracias a la democracia, pero una vez
instalados en él, la van a manipular e incluso destruir, sin importarles si con
ello provocan una división en la sociedad de consecuencias impredecibles.
Lo
sucedido en Washington es un hecho histórico sin precedentes, y cuyas
consecuencias están por llegar, pero llegarán. Deja Trump un país dividido y
enfrentado. Ese es su legado.
Y
ahora viene la segunda parte de esta reflexión. Cuando el presidente Sánchez
manifestó, el día del asalto al Capitolio, su repulsa por los hechos que
sucedían y su apoyo al nuevo presidente, no pude evitar pensar en el refrán que
dice “médico, cúrate a ti mismo”.
Ejercer
el poder legislativo sin consenso real y con apoyos inmorales, tratar de
controlar el poder judicial, y manipular a la sociedad utilizando los medios de
comunicación afines y cualquier instrumento que pueda resultar útil a tal fin,
es el estilo de Trump. El suyo, además, es un poder ejecutivo que no tiene ni
el apoyo total del partido que lo aupó a la Casa Blanca, como Sánchez no tiene
el del partido que lo llevó a la Moncloa.
Porque
tiene en su Gobierno personas cuyo talante es exactamente el mismo de Trump, y
quizá él mismo también tenga ese talante. Llego al poder, me instalo, divido a
la sociedad y cuando sea menester arengaré a los míos contra los otros. Por eso,
esa ha sido la primera tarea, dividir y establecer un nosotros y un vosotros
bien claro y definido.
Esta forma
de gobernar pone en peligro el estado de derecho y la democracia. Y eso en los
Estados Unidos puede acarrear muchos problemas, pero aquel país es una
democracia vieja y sólida. La nuestra no, la nuestra no; ni es vieja, ni es tan
sólida. ¡Qué más quisiéramos los que la vimos nacer!
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