FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 16 de mayo de 2021

Será que me hago mayor.


Fuimos Isabel y yo a cenar a un restaurante, después de muchos meses sin poder hacerlo, de esos de mantel y servilleta de tela. Terracita agradable y acogedora; buena mesa y buena atención. Ciertamente, la ocasión bien lo merecía.

Mas he ahí que dos jóvenes, que no se alejarían mucho de los veinte, iban a amenizarnos la cena con una demostración apabullante de su saber estar…, en las pocilgas ¡Impresionante!

Para empezar, el volumen de su escasa conversación, en clave tío-nano, era desmesuradamente alto. Éramos cuatro mesas y sólo se les oía a ellos. Y entre los tíos y los nanos, cuya machacona repetición asemejaba un nutrido y denso tiroteo, desmesuradas risotadas elevaban aún más los decibelios.

Pero esto no era todo. Un fondo sonoro de moco nasofaríngeo abundante e hirviente, era el medio en el que navegaban sus palabras presididas, como ya he dicho, por los nanos y los tíos. De verdad que no sé cómo se puede tener semejante cantidad de mucosidades en las vías respiratorias y no ir corriendo a un médico.

El espectáculo no tenía desperdicio, pero aún nos faltaba llegar al momento estrella de la noche. Uno de ellos cogió su servilleta, recuerdo que de tela, y se sonó con ella visible y escandalosamente, tratando así de que el aire penetrara en sus pulmones, limpiando el acceso a ellos de tan impresionante cantidad de fluidos.

Y aún hay más. En ningún momento dejaron los móviles, ni comiendo, a los que atendían más que al amigo. La cuestión era esta. Cada uno miraba su móvil y reaccionaba ante él, y de vez en cuando se lo mostraba al otro que lo miraba como de compromiso para volver al suyo, que era el que le importaba.

Por esto he empezado diciendo escasa conversación. Eran dos monólogos basados en sus respectivos móviles, que se cruzaban de vez en cuando entre risotadas, los consabidos nanos y tíos, y ese fondo sonoro de densos fluidos en constante gorgoteo.

Ahuecaron el ala antes que nosotros, lo que permitió que volviera la paz al agradable entorno, y pudimos acabar de cenar con la dignidad que requerían las circunstancias. Y por supuesto no hablamos del asunto Isabel y yo hasta dos días después con unos amigos. El mejor desprecio es no hacer aprecio.

Lo lamentable del asunto es que esto no es algo extraño. El no saber estar, la falta de respeto por los demás, la mala educación, son cada vez más frecuentes. O al menos eso me parece a mí.

Será que me hago mayor, ancianuelo, vejestorio…

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