FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 31 de diciembre de 2018

¡Feliz dos mil diecinueve! ¡Feliza dos mila diecinueva!



Desde la inclusividad inclusiva y los empoderamientos empoderantes y cooperativos, os deseamos a todos, todas y todes un feliz año nuevo, una feliza aña nueva. Y que, como decía la canción, el canciono, tengáis vosotros, vosotras y vosotres salud, dinero y amor; y una mente muy abierta, un mento muy abierto, muy tolerante, muy toleranta, y con mucho talante, mucha talanta, para soportar las inauditas cotas, inauditos cotos, de incultura, macaquez y estupidez a las que, a los que, están llegando con el lenguaje, la lenguaja, entre otras cosas, otros cosos, los nuevos salvadores de la patria, del patrio.

¡Feliz 2019 d.C.!

jueves, 27 de diciembre de 2018

Resulta que me parezco a Brad Pitt.


Resulta que me parezco a Brad Pitt en una cosita. Sí, como os lo cuento. Los dos tenemos prosopagnosia. Es decir, a los dos nos cuesta reconocer las caras de las personas. Y los dos habremos ofendido a más de una por este motivo, muy a pesar nuestro.
Y es una lástima, porque puestos a parecerme en algo, podía parecerme en otras cosas. Pero bueno, es lo que hay.
Esto de la prosopagnosia es una enfermedad considerada rara y provocada, según dicen los expertos, por una lesión cerebral. No sé si en realidad es mi caso, pero lo que sí es verdad es que desde siempre las caras de las personas con las que no tengo una relación cotidiana y frecuente se me desdibujan, y me cuesta identificarlas.
Esto se agrava en el caso de antiguos alumnos que con el paso del tiempo han cambiado, o de padres con los que he tenido frecuente relación pero he dejado de verlos en un momento determinado. Y la consecuencia inevitable parece un acto de desprecio, soberbia, mala educación, o vete tú a saber qué, por mi parte. Y me sabe mal.
También me ha creado situaciones un tanto cómicas. Como cuando andando por la calle Mayor vi a una señora con un bebé en el carrito. Crucé a la acera donde estaba y le dije algo así como “¡Hola! ¿Cómo ha ido la cosa? ¡Ay, qué bonico!” Ella me contestó, “disculpe, no le conozco”. Y dije, “¡Ah, pues entonces yo tampoco, perdone!” Evidentemente me la confundí con una mamá que  estaba en avanzado estado de gestación, con la que había hablado largamente hacía un par de semanas.
O cuando en un centro comercial se me acerca un dependiente, sonriente, amable, expansivo y me dice, “¡Hola Jesús! ¡Cuánto tiempo!” Yo le miro, hago un supremo esfuerzo de identificación y concluyo, “¡Juan!”, a lo que él responde, “ma, Juanma”. Y yo digo, “sí claro, Juanma”. Y aunque puse cara de conocerle no tenía ni idea de quien era; mas vino en mi auxilio una pregunta, “¿aún estás en el cole?” Se hace la luz en mi cerebro, antiguo alumno. ¡Ojalá tuviera la capacidad de saber a quién tenía delante! Y salgo del atolladero intentando no hacer ningún daño.
O cuando entro en un restaurante y en la mesa contigua hay un matrimonio con un chaval. Les saludo con la corrección con la que se saluda a los perfectos desconocidos. Sólo al acabar la cena, cuando ya nos vamos a ir, caigo en la cuenta de que el chaval, que ya se ha ido, es un antiguo alumno, y sus padres, un matrimonio con el que he tenido frecuente relación. Les deseo entonces feliz Navidad con la mejor de mis sonrisas, para compensar.
Y como estas muchas, muchas situaciones. Situaciones que a veces tienen su punto de gracia, pero que en el fondo me fastidian porque pueden molestar y no me gusta molestar a nadie.
¿Soy un despistado? ¿Soy tonto? O es que, como Brad Pitt tengo prosopagnosia. No lo sé. En cualquier caso, aprovecho el blog para decir públicamente que si alguien se ha sentido ofendido por sentirse ignorado, por haberle negado un saludo, por haber pasado de él, sepa que ha sido por este problema que tengo, se llame como se llame. Y conste que me da rabia y me pesa.
Pero bueno, todos tenemos teclitas, ¿verdad? Brad Pitt también. ¡Ya ves!

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Fue un inesperado y bonito regalo.



Sucedió el día del Concierto de Navidad. Entrábamos en el auditorio cuando un antiguo alumno, al que había saludado hacía un momento, se me acercó y me dijo que quería decirme algo.
Y fue un grandísimo regalo lo que me dijo. A él no le gustaba leer, y gracias a aquellas clases de lengua, ya muy lejanas, en las que entre otros leímos El Camino, de Miguel Delibes, se aficionó a la lectura; y hoy, muchos años después, sigue siendo un ávido lector de esos que, como a mí, le gustan los libros de papel, su tacto y su olor, y tenerlos en casa.
Y yo recibí aquella palabras de gratitud entre sorprendido y agradecido. No sé muy bien qué le dije, pero sí sé que intenté trasmitirle la alegría que con sus palabras me había dado. Y entré en el concierto.
Arropado por la música de la banda pensaba que hechos como estos justifican una vocación. Es lo más que a un profesor de lengua se le puede decir, el mayor regalo que se le puede hacer. Decirle que ha abierto a sus alumnos las puertas de la literatura, permitiéndoles entrar en un mundo tan inmenso como maravilloso, porque estoy convencido de que no se vive igual leyendo que sin leer. La literatura, si te toca, te transforma.
Además se añadía a mis pensamientos el momento actual de mi vida en el que determinadas circunstancias médicas me apartan temporalmente de entrar en el aula. Y queda ya muy poco para la jubilación.
Quiero pues agradecer de todo corazón, a mi antiguo alumno, sus palabras. Y a Miguel Delibes, y con él, a todos los que a través de mis clases han entrado en las vidas de mis alumnos, su obra. Porque yo, después de todo, lo único que he hecho es facilitar el encuentro de sus jóvenes vidas con las de los autores de los libros con los que hemos gozado juntos.
Sí, tengo en común con este buen hombre que me dio la alegría, y con muchos más, que de mil maneras diferentes también me lo han dicho, a Daniel el  Mochuelo; Germán el Tiñoso; Roque el Moñigo; don José, que era un gran santo; las Guindillas…
¡Y qué bonito ese eso!

martes, 25 de diciembre de 2018

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia...



Quiero compartir esta mañana del 25 de diciembre el dibujo de un belén coloreado por mi madre, a sus 91 años, y algunos fragmentos del Pregón de Navidad que se lee al comienzo de la Misa del Gallo. Siempre me ha gustado mucho, y me ha llamado especialmente la atención la forma en que sitúa en la historia el nacimiento de Jesús.
Un hecho histórico sencillo, humilde, discreto, que da sentido al pasado, iluminándolo, y al futuro, colmándolo de esperanza.

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso:

Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio,
Dios creó el cielo y la tierra.

Miles y miles de años,
desde el momento en que Dios quiso
que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza.

Hacía unos 2.000 años que Abraham,
el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió hacia una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.

Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo,
liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.

Hacía unos 1.000 años que David,
un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.

Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente
en las infidelidades de sus padres
y por no hacer caso de los mensajeros
que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia.

Finalmente, durante la olimpíada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
estando el mundo en paz,
hace 2018 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
en un pesebre,
porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús.

Hermanos, alegraos, haced fiesta
y celebrad la mejor NOTICIA
de toda la historia de la humanidad.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Una felicitación de las de toda la vida.



Ayer por la tarde, antes de salir para asistir al “Concert de Nadal” de la Unión Musical de Ribarroja, que por cierto, nos gustó mucho, encontramos una felicitación de Navidad que nos habían dejado en el buzón. De las de antes, de las de siempre.
Sabíamos quién era, pues no es el primer año, y normalmente es el único que nos felicita así las fiestas. Con una tarjeta metida en un sobre y firmada por los miembros de la familia.
Y me gustó, como todos los años, el gesto, el detalle. Por una parte porque ves que se acuerdan de ti, y por otra porque siento cierta nostalgia de algunas cosas que el paso del tiempo va dejando a un lado, para acabar hundiéndolas en el olvido.
No es que me parezca mal utilizar las redes sociales para felicitarnos mutuamente; yo de hecho lo hago. Pero reconozco que hacerlo de esta otra manera tiene algo que no tienen las redes. Y ese algo, me gusta.
Por eso, amigo, gracias por tu felicitación, por vuestra felicitación navideña de las de toda la vida. Yo, ya ves, te felicito a ti y a los tuyos desde el blog, desde facebook y desde twitter. ¡Qué cosas!

¡Feliz Navidad!

viernes, 21 de diciembre de 2018

¡Feliz invierno!



Con esta foto de la última luna del otoño saliendo entre las cañas, 
os deseamos Isabel y yo un feliz invierno.

jueves, 20 de diciembre de 2018

La tiranía de la mitad.



Creo que hemos perdido el norte porque los árboles no nos han dejado ver el bosque, y claro, no sabemos ni donde estamos ni a dónde vamos. Y esto nos ha pasado por utilizar tanto la palabra democracia. Se nos ha olvidado qué diablos es eso, y luego pasa lo que pasa.
Habría que recordar a todo bicho viviente que en democracia hay que hacer la voluntad de la mayoría. ¡De la mayoría! No de la mitad. Si tuviéramos esto claro, ni la mitad de los ingleses, ni la mitad de los catalanes estarían montando el “pifostio” que están montando.
A Europa le está saliendo muy caro este olvido de lo que es la verdadera democracia. Y me sorprende que con tanto intelectual sesudo, filósofo sapientísimo, político experimentado y demás seres de alta alcurnia neuronal, no haya caído nadie en la cuenta de que urge regular el tema de los referéndums en todo el territorio europeo, entre otras cosas.
Y sería muy fácil. Para garantizar que actuamos según la voluntad de la mayoría, no habría más que establecer dos criterios. Un mínimo de participación en los referéndums, dos tercios; y una mayoría real para validar el resultado, otros dos tercios; por ejemplo.
Me da igual ingleses que catalanes. Si acuden a las urnas al menos dos tercios de los ciudadanos, y de esos dos tercios votan sí al brexit y sí a la independencia otros dos tercios, sería una voluntad realmente democrática, y habría que actuar en consecuencia. Gran Bretaña saldría democráticamente de la Unión, no estúpidamente; y España tendría que reformar la Constitución para respetar a esa mayoría real, y que pudieran independizarse según ley, civilizadamente.
Pero que sólo la mitad, palmo arriba, palmo abajo hayan decidido salirse de Europa y salirse de España, con las consecuencias gravísimas que ello conlleva, y tengamos que hacerles caso, es simplemente demencial.
En el caso del brexit el asunto parece imparable. En el de Cataluña, veremos. Y ambos divorcios son malos, muy malos, porque hacen daño a mucha gente y debilitan Europa. Y además no son decisiones democráticas.
Porque aunque están actuando en nombre de la democracia, hay que decir alto y claro que eso no es democracia. Es una caricatura pueril y ridícula de la democracia. Una situación establecida democráticamente no puede cambiarse porque la mitad de los ciudadanos lo desee. Eso es una forma de tiranía; la tiranía de una mitad sobre la otra. Eso no tiene ningún sentido. Eso es coger el rábano por las hojas.
Nos quedaremos sin rábano y con cara de tontos. Y que no acabemos a tortas.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Pasado mañana, peliculón.



Pasado mañana no hará falta ver ninguna película. Sólo con las noticias ya tendremos, no una película, un peliculón. Sí, un peliculón de esos emocionantes porque no sabes cómo acabará.
¿El título? Puede tener muchos, aunque los del día antes igual no son los del día después. Veremos. A mí se me ocurren varios:

Y se armó la de San Quintín.
Delirio fatal.
Miedo en las calles.
Carrera hacia el abismo.
La mitad sí quieren.
De aquellos polvos, estos lodos.
Buscando sangre.
Asalto al estado de derecho.
Los fantasmas del pasado.
Al otro lado de la ley.
Y perdieron el norte.

Lo que más mal me sabe es toda la gente, buena gente, que sufre y sufrirá en silencio, por miedo, la sinrazón de la mitad de un pueblo que no merece lo que le está pasando. Y nosotros tampoco lo merecemos.

martes, 18 de diciembre de 2018

Y llega la Navidad...


Toda la indignación, rabia, pena, deseos de venganza y demás sentimientos humanos de la buena gente, que es la mayoría, deben transformarse en solidaridad y silencio, y en el caso de los creyentes, además, en oración por Laura Luelmo.
Por otro lado, los medios de comunicación, y en particular los matinales de televisión, tendrán materia para muchos días. Y retozarán, como los cerdos en el barro, en el dolor y el sufrimiento, sin respeto alguno a nadie ni a nada, movidos sólo por los índices de audiencia. Y entorpecerán la tarea de la Guardia Civil, como otras veces. E intoxicarán las mentes de las personas que, estando al margen del mundo laboral por los motivos que sean, se entretienen con esa basura inmunda que les echan todos los días.
Y los partidos políticos volverán con el asunto de la prisión perpetua revisable, como si fuera un asunto de lo que llaman derechas (malos) e izquierdas (buenos), cuando en mi opinión es sólo cuestión de sentido común. Lamentablemente hay quien no puede andar suelto por las calles cuando con su conducta así lo ha demostrado. Negar esta evidencia es “buenismo” hueco e irresponsabilidad.
Y llega la Navidad. ¡Fun, fun, fun! No para Laura Luelmo. No para los suyos.

jueves, 13 de diciembre de 2018

Una tontería colosal.



Advierto que esta entrada es un desahogo. Desahogo tras escuchar hace un rato, en la radio, a una individua que al hilo de su activísimo feminismo, y como colofón a una perorata muy en la línea de los tiempos que corren, ha acabado diciendo textualmente, “porque las mujeres no mentimos.” Y ha rematado la tontería colosal añadiendo que “porque no tenemos tiempo” , y no sé qué otra cosa que ya no he escuchado dado mi estado de estupefacción.

Repuesto del impacto de digo a esta señora:

Señora mía, cuyo nombre y obra ignoro y quiero seguir ignorando, no se pueden decir semejantes imbecilidades. Usted como yo sabemos que todo bicho viviente miente, y con bastante frecuencia. En treinta años de orientador escolar he visto mentir como bellacos y bellacas, mil veces, a hombres, mujeres y niños, (y niñas ¿eh?) ¡ faltaba más ! ¿Qué majadería es esa de que las mujeres no mienten?
¿Sabe usted el daño que hacen a la noble y justa causa del feminismo palabras como las suyas? Ese maniqueísmo de género, vamos a llamarlo así, que practican algunas de ustedes, está siendo un escollo, una rémora para la causa que creen defender. ¿Sabe usted que quien más y quien menos, escuchando esa afirmación, como mínimo se descojona? Y discúlpeme la expresión.
De verdad que me ha cabreado su tontería. “Las mujeres no mentimos” decía. Y al decirlo, usted, mujer, estaba diciendo una mentira tan evidente que entraba en el terreno de lo ridículo. Señora mía, no es esta una historia de mujeres buenas y hombres malos. Por culpa de planteamientos como éste y majaderías como la suya, tardaremos mucho más en llegar a donde hemos de ir.
Porque al fin llegaremos. Porque inevitablemente llegará un día en que hombres y mujeres vivirán en absoluta igualdad, ¡menos mal!, pero entérese, habrá sido a pesar de gente como usted.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

En el Día Internacional de las Montañas.


Hoy es el Día Internacional de las Montañas. Como esta jornada se puede abordar desde muchísimos puntos de vista, yo he decidido hacerlo compartiendo un texto de Georges Sonnier, con el que me identifico plenamente; y unas cuantas fotos seleccionadas al azar, porque detrás de todas y cada una de ellas, y hay miles, vive un recuerdo entrañable, tanto más querido cuanto más pasa el tiempo.

Tan poderosa por encima de nosotros, ¿no será solamente una cosa? No, ciertamente, si es verdad que nos llama y que la nombramos. Su vida humana comenzó con este cambio, con la mirada, que anima; con la voz que despierta. Desde entonces hay en ella todo lo que es del hombre, todo lo que él ha puesto en ella; y todo lo que le sobrepasa. La montaña, para el alpinista, se hace pues un ser con quien pueden entablarse relaciones secretas y correspondencias misteriosas.


El Midí d´Ossau. Con su llegada a la cima, Isabel alcanzó uno de sus sueños montañeros.

El Anteo. Mi primer 3000, y lo hice en solitario. Después con Isabel y con tantos amigos.

El Balaitús. Días muy felices y el más duro de mi vida de montaña.

El pico de los Infiernos. Acampábamos as sombra, o lo alcanzábamos en travesía.

El Cilindro de Marbore. Desde él, hace muchos años, vi una espectacular caída de seracs en el Perdido. Ahora ya no hay.

El Tebarray. iluminado por el sol poniente. Largamente deseado y alcanzado hace un par de años.

El Perdiguero. Duro por donde lo subas, fue de los más frecuentados en mi juventud.

El Vignemale. En travesía, durmiendo junto a él, dándole la vuelta, desde el refugio. En él, Isabel se superó a sí misma.

El Monte Perdido. La cima en la que estado más tiempo y solo. En octubre, siete horas.

El Taillon. Uno de mis primeros tresmiles, escenario también de lejanas e inolvidables travesías.

martes, 11 de diciembre de 2018

¡Y yo me llamo Manolo!



Europa se llena de símbolos navideños religiosos y no religiosos en estas fechas. España también, pero los símbolos religiosos van a menos. Eso de convivir y coexistir desde la pluralidad no lo llevamos tan bien.
Un día de estos, paseando de noche por un bonito pueblo de la provincia de Teruel, todo adornado, por cierto con mucho gusto, llegamos a una de sus entradas al casco antiguo donde tradicionalmente ponían con luces un belencito. Ahora las luces decían, comarca Gúdar Javalambre.
Y uno, cuando lo ve, piensa ¡Ah, pues muy bien! ¡Y yo me llamo Manolo! Y le invade el profundo sentimiento de que este país no tiene remedio; de que la ignorancia disfrazada de progresía, y la imbecilidad de democracia, se han instalado para quedarse.
Y la certeza de que por este camino nunca, nunca llegaremos a ningún sitio donde no hayamos estado ya antes. La certeza de que no hay futuro posible, de que esto es como una tragedia griega; hagamos lo que hagamos el destino está escrito, y en negro.
Estoy convencido de que en este pueblo, como en toda España, la gente piensa sobre esta cuestión de tres formas distintas. A unos, y no creo que sean pocos, les da igual lo que pongan en calles y plazas. A otros les gustaría poder llevar a sus hijos a ver el belén a la calle, y encontrar por doquier niñitos jesuses, marías, josés y reyes magos, dibujados con luces o de otras mil formas. Y a otros cualquier signo religioso les molesta, ellos sabrán por qué.
Y estoy convencido también de que este último grupo no llega a la mitad de la población ni de lejos. Pero donde mandan, imponen, y ni se plantean que a muchos de sus vecinos, de sus conciudadanos, probablemente a la mayoría, esa ausencia de símbolos religiosos navideños o les da igual, o les molesta porque los echan en falta. Pero ellos, como adalides del progreso y la democracia, han de limpiar calles, plazas, instituciones y hasta montañas, de signos arcaicos, recuerdo de un pasado oscuro y siniestro.
Porque seguir a estas alturas con esa inquina contra lo religioso, confundiendo fe y cultura, y tratar, en virtud de ese odio cerval, de limpiar nuestra cultura de todo aquello que tenga que ver con la religión, sí es oscuro y siniestro; aunque por estos lares arcaico no; está a la orden del día. Tendrían que saber que erradicar los símbolos religiosos de la Navidad no es un atentado contra la religión, sino contra nuestra propia cultura, a la que le provocamos un auténtico desgarrón, una mutilación, y la empobrecemos.
Desde tiempos de Roma, el cristianismo ha sido, quieran o no, con sus luces y sus sombras, como todo lo también humano, un pilar esencial de nuestra cultura. En la lengua, en la música, en la pintura, en la arquitectura, en las costumbres, en el derecho, en las tradiciones, en el paisaje, hasta en las carreteras… está presente de un modo que mucha gente ni imagina. Y asumir y proteger esa realidad nada tiene que ver con ser creyente o no; ni siquiera con que te caigan bien o mal los curas o la Iglesia.
Y aquí está la confusión. Creen, en su arrogante ignorancia, que poner un belén en la plaza del pueblo, o en vez de comarca Gúdar Javalambre, un niño Jesús con sus papás, es algo religioso. Y no, eso es algo cultural, esencialmente cultural. Y unos papás no creyentes pueden llevar a sus hijos a verlo, y contarles que es un cuento bonito, pero que eso nunca pasó; o decirles que es un antiguo mito en el que la abuela, que era analfabeta, creía a pie juntillas. Y no pasaría nada. Allá ellos con la educación de sus retoños.
Estoy convencido de que hay muchos no creyentes, de mente abierta y libre, limpios de prejuicios y resquemores, que estarán totalmente de acuerdo con estas líneas que he escrito. Que dirán conmigo que el árbol, Papá Noel, los Reyes Magos y el belén, pueden convivir perfectamente, porque todo ello no es más que una manifestación de nuestra cultura de origen religioso, pero que actualmente puede y debe seguir presente en una sociedad laica que sea de verdad plural y democrática, y capaz de reconocer y respetar sus propias raíces.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Receta. Boniato piñonero.

¡No despreciéis al boniato! ¡No me despreciéis! Soy un boniato, pero estoy muy güeno.


Este dulce es fácil y rápido de hacer, y está muy, pero que muy bueno. Además permite diversas presentaciones, aunque la que a mí me gusta es con dátiles, ya que su sabor combina muy bien. Además dicen los entendidos que es muy sano para muchas cosas.
Ingredientes:

Boniatos.
Azúcar.
Piñones.
Dátiles (optativo)

 Introdúzcanse los boniatos en el horno a la máxima potencia durante una media hora larga. Cuando ya estén asados, se separarán muy fácil de la piel, se hace de ellos, con las manos limpias ¡claro! un amasijo al que se le añade un puñado de piñones por boniato.
Tras trabajar bien la mezcla, se introduce en un recipiente ancho y poco hondo, y se extiende en él de modo uniforme, apretando con una cuchara para que no quede muy gruesa. A continuación espolvoreamos con azúcar toda la superficie, sin pasarnos, y volvemos a introducir el dulce en el horno unos veinte minutos.
Y ya está. Los dátiles son de decoración. Se ponen encima, acostados formando una estrellita, una pareja durmiendo en su saco de dormir; o de pie, a modo de menhires troglodíticos, por ejemplo. En fin, ahí ya entra la imaginación de cada uno.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Se veía venir.



El hecho de que apareciera este titular en la prensa algún día era la crónica de una muerte anunciada. He dicho mil veces que sucedería. Y creo que los responsables primeros son los grandes partidos, y de un modo especial el socialista. Porque el gran error del PP ha sido la corrupción, y así nos lo recuerdan todos los días, mañana, tarde y noche. Pero el PSOE tiene, a mi juicio, un pecado mayor.
Quien me conoce me lo ha oído decir también muchas veces. También lo he escrito en la sección reflexiones políticas del blog con mucha frecuencia. El PSOE, que en su momento, por falta de una identidad clara, parió a Podemos, ha parido también, por pura reacción a sus desvaríos, al hermano gemelo, situado, eso sí, al otro extremo del espectro político, Vox.
Lo veía venir. Y lo temía. Y ha pasado. Sin embargo no me parece mal que haya ocurrido. A fin de cuentas, una democracia debe asumir y articular todas las ideologías siempre y cuando respeten las reglas del juego. Y en España faltaba algo a la derecha del PP para poder decir que de verdad esto es una democracia. A la izquierda del PSOE ya lo hay, siempre lo ha habido, aunque ahora más. Es cuestión de simetría ya que, puestos a soportar radicalismos sea por ambas partes. Es cuestión de evitar que lo sociedad escore demasiado hacia un lado, lo que siempre acaba de mala manera.
Por esto no me parece un horror lo que ha sucedido, no, pero me asusta y me preocupa. Porque tanto Vox como Podemos me asustan y me preocupan. Porque son hijos, como ya he dicho, de la gestión absurda y errática del PSOE, de la izquierda en general. Son partidos que nunca deberían haber nacido si el socialismo hubiera dejado, de una vez por todas, el revanchismo y los prejuicios. Si hubiera gobernado para todos, y no solo para los suyos. Si hubiera hecho una gestión económica seria y sostenible. Si hubiera asumido sin complejos la España que ellos mismos, junto con otros, crearon en la transición. Si no hubieran caído en la corrupción. Y muchos más sis… ¡Vamos! Si hubiera tenido una identidad clara adaptada al siglo XXI.
Lo que ocurre es que esto está pasando también en toda Europa; y es por lo mismo, por la falta de esa identidad. La diferencia con España la establecen los fantasmas de la Guerra Civil y del franquismo, fantasmas de los que, sin recato ni vergüenza, continúan mamando las llamadas izquierdas, para justificar su existencia como opción política necesaria.
¿Qué está pasando pues? Que el socialismo necesita una refundación que ha de producirse en el siglo XXI y que aún no se ha producido. Por eso, sin un contenido teórico claro y coherente, su discurso y su gestión acaba siendo un conjunto de posturitas, a menudo contradictorias, vacías de sentido, y por lo tanto ineficaces a la hora de afrontar los problemas actuales.
No pueden seguir diciendo siempre lo mismo ¡somos la izquierda!, ¡que viene la derecha!, ¡los empresarios son malos y explotadores!, ¡sólo nosotros pensamos en el bienestar de la gente! ¡la religión es mala y caduca!... La gente no es tonta, y se harta de oír siempre la misma cantinela, simplona y falsa por esa misma simplicidad.
Ya veis, en Andalucía casi la mitad ni han votado, y la mayoría de los que sí lo han hecho han dado la espalda a lo que llaman izquierda que desde luego se ha ganado a pulso esta debacle.
No es bueno lo que está pasando. Se radicalizan posturas. Y ahora dicen que les preocupa que la derecha radical entre en las instituciones. ¿No les ha preocupado que la izquierda radical haya entrado ya en ellas? ¿Qué sentido democrático es ese?
Sí, malos tiempos para la moderación, el consenso y la concordia. España vuelve a ser "un trozo del planeta por donde cruza errante la sombra de Caín", como ya dijo Antonio Machado.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Vuelvo a decir SÍ a la Constitución.



Sólo yo tengo la razón. Solo yo conozco la verdad. Yo soy superior porque tengo la  razón y conozco la verdad. Los otros son el error, el mal, y por eso no tienen derecho a existir. No hay nada que hablar con semejantes individuos. Por eso debemos destruirlos o apartarnos de ellos. Sólo nosotros podemos llevar al país a la “tierra prometida”.
Este discurso, auténtica alimaña social, tan viejo como la humanidad, ha provocado millones de muertos a lo largo de los tiempos. Aquí nos llevó a la Guerra Civil y a una larga dictadura. Después, en un momento luminoso de la historia, yo estaba en la veintena, fuimos capaces de reencontrarnos y reconciliarnos, y de mirar el futuro juntos. La Constitución del 78 selló este momento histórico.
Yo, como muchos, pensaba en aquel momento que los grandes problemas que habían roto una y mil veces España a lo largo de los siglos, estaban resueltos para siempre. La pluralidad, sana y enriquecedora, en la unidad, y una vida política basada en el respeto y el consenso, rompían la maldición que suponen los nacionalismos independentistas y la dinámica perversa del constante y estéril enfrentamiento entre derechas e izquierdas, tanto más grave y peligroso cuanto más se radicalizan ambas ideologías.
Hoy, cuando esta constitución cumple 40 años, quizá los mejores de la historia de España, la gente que piensa como digo en el primer párrafo, de un modo que entiendo perfectamente, se han hecho fuertes, y apoyándose en la conciencia de que solo ellos tienen la absoluta verdad, disponen las piezas en el tablero como se dispusieron en los años 30. No hace falta que diga los nombres de los partidos en los que ha anidado esta alimaña.
Les sobra la constitución porque a todos nos iguala en derechos y deberes, y nos obliga al diálogo y al consenso. Y eso no, eso no va con ellos, porque sólo ellos tienen la verdad y no hay nada que dialogar, nada que respetar de los otros que viven en el error.
Quiero decir también que ese spot publicitario para conmemorar la efeméride, en el que aparecen dos vejetes que lucharon en la guerra en bandos contrarios, charlando amigablemente tras una vida en paz, me parece redondo, perfecto. Una llamada a no repetir la historia.
Por todo esto, vuelvo a decir sÍ a nuestra constitución, asumiendo que debe reformarse en algunos aspectos, pero siempre desde el diálogo y el consenso. Y si no lo hay, no debe tocarse ni una coma, hasta que lo haya, como en el 78. Es la única manera de asegurar un futuro en paz y bienestar.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Día internacional de las personas con discapacidad.



Voy a repetir una entrada que puse en el blog  ya hace tiempo, a propósito del Día internacional de las personas con discapacidad, que ha sido hoy. Creo que puede ser una forma bonita de unirme a esta celebración.


Vi hace unos días en un parque a un grupo de chiquillos jugando. Me llamó la atención una niña que parecía ir a remolque de todos. Observé que tenía alguna malformación en sus piernas, lo que le impedía seguir el ritmo de los demás, pero ella allí estaba, insistiendo en jugar. Yo creo que ni la veían. La verdad es que me dio pena, me supo mal ver aquello. Y entonces, como un chispazo, me vino a la memoria ese triste y bello poema de Juan Ramón Jiménez titulado La cojita.
¡Cómo me hubiera gustado poder entrar en el alma de aquellos niños y hacerles caer en la cuenta de que había alguien solo, jugando entre ellos, pero no con ellos!

"La niña sonríe:¡Espera,
voy a coger la muleta!.
Sol y rosas.La arboleda
movida y fresca,dardea
limpias luces verdes.Gresca
de pájaros,brisas nuevas.
La niña sonríe:¡Espera,
voy a coger la muleta!.
Un cielo de ensueño y seda
hasta el corazón se entra.
Los niños de blanco juegan,
chillan,sudan,llegan:
...nenaaa!
La niña sonríe:¡Espera
voy a coger la muleta!.
Saltan sus ojos.Le cuelga
girando,falsa,la pierna.
Le duele el hombro.Jadea
contra los chopos.Se sienta.
Ríe y llora y ríe:¡Espera,
voy a coger la muleta!
¡Más los pájaros no esperan;
los niños no esperan!.Llega
La Primavera.Es la fiesta
del que corre y del que vuela...
La niña sonríe:¡Espera
voy a coger la muleta!."

domingo, 2 de diciembre de 2018

Ahora que se acerca la Navidad...



Ahora que se acerca la Navidad y que se pone en marcha, como cada año, una especie de glorificación de la familia entendida como el paraíso de las relaciones humanas, me han entrado ganas de exponer algunas cuestiones al respecto.
La primera de ellas es que el modelo de familia que los medios de comunicación nos venden me resulta indigesto, por excesivamente almibarado y muy superficial, aunque con ínfulas de profundo. Y me molesta, no por mí, sino por el daño que hace a mucha gente que, al comparar con su vida la tormenta de sonrisas, emociones, villancicos, reencuentros, lucecitas, turroncitos…llegan a tristes y demoledoras conclusiones, y falsas, aunque no lo sepan.
La segunda cuestión es la siguiente. Pienso que hay tres tipos de relaciones humanas: los lazos de sangre, padre, madre, hijo, abuelo…; los políticos, esposos, suegros, nueras, yernos…; y los circunstanciales, amigos, compañeros, conocidos….
Y ahora, en la tercera cuestión entro a matar. Ahora meto el dedo en la llaga, y lo sé. ¿Quién ha dicho que los lazos de sangre son superiores a los políticos o los políticos a los circunstanciales? ¿No es esta una forma de pensar determinada por nuestros instintos ancestrales, instintos que nos llegan desde cuando la tribu o el clan eran necesarios para la supervivencia del individuo?
Sí, pienso que esta es una forma de pensar caduca, aunque en Navidad sobre todo parezca muy actual. Ya hace 2000 años, Jesús respondió cuando le dijeron que le buscaban su madre y sus hermanos, que su madre y sus hermanos eran quienes escuchaban la palabra de Dios y la cumplían. Con aquella respuesta marcaba un antes y un después en las relaciones humanas.
Porque cumplir la palabra de Dios es, primero que todo, amar. Y amar es poner a la persona amada por delante de mí. Y eso lo puedo hacer con mi madre, con mi hermano, con mi esposa, con mi cuñado, con mi amigo, con mi compañero… Y cualquiera de ellos puede hacerlo conmigo. En cada caso según las circunstancias de la vida. Hay mil formas de decir que acogemos al otro en nuestra vida, que lo estimamos, que lo tenemos presente.
Por esto, presentar a la familia como si fuera el único entorno donde existe el verdadero amor es un desatino, y además es cruel para mucha gente. Hay otros entornos, donde también fluye el amor en abundancia, que son un paraíso; aunque es cierto que si se da el caso, que se da, de que en una familia a los lazos de sangre y políticos se una el amor, esa familia también es el paraíso. Pero lo será no por esos lazos, sino por el verdadero lazo que es que se quieren, y entonces en Navidad de un modo especial, se lo dicen y lo celebran.
No sé si esta reflexión, surgida al calor de las próximas Navidades y de alguna que otra conversación que he tenido estos días, puede serle útil a alguien. Creo que sí. Y puede quizá ser más útil con este apunte final.
¿Qué hago si por esos lazos de sangre, o políticos o circunstanciales ha dejado de circular el amor? ¿Qué hago si temo descubrir que en realidad nunca había circulado? Apoyarme fuerte en los que sí circula y, más allá de la decepción o el dolor, esperar en paz. Y si un venturoso día se da el reencuentro, gozarlo sin mirar atrás, porque después de todo, bien está lo que bien acaba.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Annapurna, junio de 1950.



Isabel descubrió y amó la montaña antes de ir a ella. Y lo hizo a través de la literatura, ya que ha sido y es una gran lectora. Yo lo único que hice fue facilitarle el acceso a ese mundo que sólo conocía a través de los libros.
Uno de esos libros, que ella sacaba de jovencita de la biblioteca y que leía ávidamente, ha venido a parar a casa, y ahora soy yo quien lo está leyendo, quien lo está disfrutando. Es el relato de la primera ascensión a un ochomil, el Annapurna, escrito por Maurice Herzog.
Fueron Herzog y Lachenal los primeros hombres en llegar a una cumbre de más de ocho mil metros. Era el 3 de junio de 1950 y la gesta fue tan bella como dramática. Las dimensiones de la montaña, las condiciones meteorológicas y los medios de los que disponían en aquellos tiempos, hacen de aquella conquista un monumento sin igual a capacidad de superación del ser humano.
Han pasado solo 68 años desde aquel día grande en la historia del montañismo, y han sido suficientes para que eso que hemos venido a llamar hacer montaña, se haya visto reducido a un deporte, a menudo competitivo y tristemente superficial.
Y no depende esto de la cordillera en la que estemos. Da igual que sea el lejano Himalaya o la sierra Calderona, aquí al lado de casa. La montaña es la misma ahora que entonces, somos nosotros los que hemos cambiado el modo de relacionarnos con ella. Hemos pasado de entrar en un santuario donde contemplando su grandeza entramos en lo más hondo de nosotros, a un estadio deportivo donde lo que buscamos es divertirnos, es decir huir un rato de nosotros mismos.
Yo sigo haciendo montaña como aquellos hombres, a la humilde escala en la que me muevo, algo de Alpes, mucho Pirineo y bastante de las sierras valencianas; por eso, cuando leo sus hazañas entiendo perfecta y cabalmente lo que dicen. Sus sentimientos y sus reflexiones no me son en absoluto ajenos. 
Quiero acabar estas consideraciones sobre lo que es para mí la montaña, hechas al hilo del libro que estoy leyendo, compartiendo el relato de Maurice Herzog del preciso momento en que llegan a la cima. El momento histórico en el que dos hombres hollan por primera vez una cumbre de más de 8000 metros.

"Subimos, deteniéndonos a cada paso. Recostados den los piolets, intentamos restablecer la respiración y calmar los latidos desordenados de nuestros corazones.
Ahora tenemos la sensación de que estamos llegando y ninguna dificultad podría detenernos. No hace falta que nos consultemos con la mirada: cada uno no leería en los ojos del otro más que una firme determinación. Un pequeño rodeo hacia la izquierda, algunos pasos todavía…La asista cimera se acerca lentamente. Después de evitar algunas rocas nos izamos despacio. ¿Es posible?
¡Si! Un viento brutal nos azota.
Estamos…sobre el Annapurna.
Ocho mil setenta y cinco metros.
Nuestro corazón se desborda de alegría.
¡Ah! ¡Si lo supieran los otros!
¡Si todos lo supieran!
La cima es una arista de hielo formando cornisa. Los precipicios del otro lado sin insondables, espantosos. Caen verticalmente bajo nuestros pies. No creo que haya muchos por el estilo en ninguna otra montaña del mundo.
Las nubes flotan a media altura, escondiendo el suave y fértil valle de Pokhara, a 7000 metros de profundidad. Hacia arriba, ¡nada!
Nuestra misión está cumplida, pero algo mucho más grande se ha conseguido. ¡Qué hermosa será la vida ahora!
Es inconcebible realizar bruscamente un ideal y realizarse a sí mismo.
Estoy paralizado por la emoción: jamás he sentido una alegría tan grande y tan pura".

No, no es un deporte. Sin menoscabo del deporte, tengo claro que hacer montaña no es un deporte. No es ni más ni menos, ni mejor ni peor. Es diferente. Y si lo que hacemos en ella lo convertimos en deporte, ya no estamos haciendo montaña.