De lo
mucho interesante, y cierto en mi opinión, que dijo Pérez Reverte en la
entrevista del otro día, destaco hoy lo siguiente:
"Yo
repetí tres cursos en bachillerato, tres. Una con todos suspensos, me echaron
del colegio y no fue ninguna tragedia"
La conclusión a la que llego oyendo esto del académico de la Lengua es que a él no
le engañaron, y quizá ese sea uno de los motivos por los que hoy es quien es y
es lo que es.
En
aquel tiempo, también el mío, en educación, el pan era pan y el vino, vino,
para bien y para mal. A mí mismo me aprobaron por pelos, en el colegio donde
había estudiado toda la vida, en tercero de bachiller, invitándome a que no
estudiara COU allí; no daba la talla.
Aunque
no fue plato de buen gusto, tampoco fue una tragedia. Hice COU en otro centro,
aprobé a la primera y en la universidad sacaba matrículas. Tampoco me
engañaron. Allí no funcionaba, por lo que fuera, y era la verdad; en aquel
momento no era mi sitio.
Hoy en
día el sistema educativo es una falla. Nada es lo que parece, nada es verdad,
nada es real. En una falla un plátano, por ejemplo, puede parecerlo, ser
exactamente igual que uno de verdad, pero es cartón pintado.
Confundiendo
la igualdad de oportunidades con la igualdad de capacidades y posibilidades
reales, se acaba tratando a todos por igual aunque se predique lo contrario,
limitando a unos y agobiando a otros.
Un
afán desmedido de protección impide al niño fracasar al ocultarle siempre la
verdad, con lo que no desarrolla defensas frente a la realidad de la vida que
le espera en la que el fracaso forma inevitablemente parte de ella.
Una
filosofía de la vida simplona y ridícula, de dibujitos animados ñoños, con
frases como querer es poder y demás, aumenta el engaño, abocándolos a
frustraciones frente a las que no tienen defensas, porque no les han dejado
desarrollarlas.
Todo
este cúmulo de desatinos y otros que omito por no hacerme largo, han tenido
como lógica consecuencia situaciones tan absurdas como las dificultades para
suspender a un alumno, hacerle repetir o mejorar su comportamiento. Estas
dificultades son cada día mayores, y si los padres no están con el colegio de
un modo activo y leal, el profesor que intenta hacer esto, necesario en un
proceso educativo de calidad, se mete en un berenjenal de consecuencias
imprevisibles.
Además,
los que sí quieren estudiar, tengan más o menos capacidad, tienen que soportar
a menudo la tiranía de los que no quieren aunque podrían y que bloquean día
tras día el desarrollo de las clases con comportamientos inaceptables
reiterados. Y ojito con lo que hace el docente y en cómo lo hace, ya que el sancionar,
suspender o hacer repetir es para el colegio, como ya he dicho, un complejo
proceso que incluso puede no llegar al final a buen puerto, con las consecuencias
demoledoras para todos que ello conlleva. Porque además, como dicen, todos acaban
pasando.
Es muy
difícil hacerlo bien. Los docentes, maniatados, no tienen más opción que acabar
colaborando en la inmensa mentira que deja a las nuevas generaciones
“indefensos para cuando venga el apagón”, como dice también Pérez Reverte.
Me
siento como un soldado forzado a ir a la guerra con una escoba como arma. El
enemigo sí está muy bien armado. ¿Qué voy a hacer? Me decía un amigo, profesor
y maestro, hace unos días.