FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 31 de agosto de 2015

Hoy he visto la Vuelta Ciclista a España.

Mira por donde hoy he visto la Vuelta Ciclista a España, en vivo y en directo. Y no precisamente por voluntad propia, pues el ciclismo es un deporte, como me pasa con otros muchos, que me interesa bastante poco, o sea nada. Pero como tengo claro que debe haber en el mundo para todos los gustos, pues me parece muy bien que exista el ciclismo y haya gente que le guste. ¡Faltaba más!
Salíamos Isabel y yo poco antes de las dos de la tarde del Nuevo Centro y un desaforado concierto de pitos de guardias nos ha alertado de que algo pasaba. Nos han parado en un semáforo y enseguida han empezado a pasar una incontable cantidad de guardias civiles en motos y coches. Isabel ha caído en la cuenta enseguida, ¡la vuelta! ¡Menos mal que era la vuelta! Si no, qué susto.
Me he dicho, ¡rayos, mil rayos! Menos mal que no he comprado la ensaladilla rusa que iba a comprar, porque esto irá para largo. He parado el motor y hemos bajado del coche. El termómetro de la calle marcaba 35ºC que, junto a la humedad que había en el ambiente, daba una sensación térmica de vete tú a saber cuántos graditos.
Seguían pasando vehículos de la Benemérita,  algunos coches con bicis arriba y otros de diversos medios de comunicación. Pronto, al concierto de los pitos de los municipales se le ha unido el de los que, atascados por doquier, sin saber qué pasaba, hacían sonar sus claxons.
El ambiente era agradabilísimo. Seguían pasando “beneméritos”, coches con bicis, prensa, radio, tele... El concierto, a ratos, se intensificaba. El sol aplastaba, y entonces me he protegido con un paraguas de sus efectos sobre mi cabeza y todo mi ser. Isabel, más adelantada, preparaba el móvil para grabar el paso de los ciclistas que no llegaban. Ha pasado un helicóptero. Nada, aún no vienen.
Y en un determinado momento se ha oído, ya están ahí, ya están ahí, y zas, el pelotón muy compacto, en un suspiro, ha pasado silencioso ante nosotros. Unos grababan con sus móviles, otros aplaudían y animaban y otros, ansiosos por salir de allí se metían raudos en sus coches.
Y así ha sido mi experiencia con la Vuelta Ciclista a España, experiencia de la que me quedo con dos observaciones. La primera, es de mucho mérito pedalear con la que caía. La segunda, había más guardias civiles que ciclistas, ¿por qué? No me molesta, pero ¿por qué?
¡Ah! y otra cosita. También he visto el Tour. Hace muchos años, estando en el Pirineo, bajé a Jaca a ver el final de una etapa que aquel año era allí. Le hacía ilusión a la gente con la que iba.
O sea que puedo decir que he visto con mis propios ojos, la Vuelta Ciclista a España y el Tour de Francia. ¡Qué,qué! 

Yo, esperando.
Se acercan.
Más cerca.
Encima mismo.
Ante mis narices.
Se van.

domingo, 30 de agosto de 2015

Cartas a Laura V

       

            Laura, Josep, hola:

Llovió mucho los días previos a la boda. Y aunque la lluvia, y más en verano, es una bendición, no tenía mucha gracia casarse lloviendo. Pero tal día como hoy, hace dos años, no llovió.
Guardamos Isabel y yo muy grato recuerdo de aquel treinta de agosto. ¡Hasta bailé y todo! Y ya sabes, Laura, que soy poco bailongo, aunque tu padre menos aún, ¿a que sí? De verdad, lo pasamos muy bien.
Hoy, en estas breves líneas, aparte de felicitaros por vuestro segundo aniversario, que dicho sea de paso, en dignísimo lugar estáis celebrando, queremos desearos que sigáis caminando juntos por esta vida muchos y largos años, y que no olvidéis que el secreto de una vida en común plena y gozosa radica en que tu felicidad esté en ver feliz a Josep y la suya en verte feliz a ti. Y que ambos os sepáis y os sintáis libres en esa entrega mutua.
¡Uy! Otra vez parezco un cura escribiendo un sermón de boda.
¡Bueno! A pasarlo bien.

Felicidades de parte de Isabel y Jesús.

Amanecer desde el Garbí.

Para reencontrarme, después de muchas y hermosas jornadas pirenaicas, con la tierra en la que nací y vivo, salí ayer sábado, con “la Roberta”, a ver amanecer en el Garbí.
El lugar es bien bonito. Hacía fresco y no había nadie. Y el sol salió como diría Antonio Machado, “bola de fuego entre dorada bruma a iluminar la tierra valentina”. Largo rato de contemplación y silencio, abrigado entre unas rocas, con la vista perdida en el cielo y el mar. Todo poesía, dice un amigo mío en estos casos.
Grabé en vídeo el momento mágico en que el sol apareció entre las nubes lejanas, y le he puesto música de Mozart. Son cuatro minutos. Si queréis verlo pulsad  amanecer desde el Garbí. A continuación hay algunas fotos.









sábado, 29 de agosto de 2015

La caca en la acera.

Sí, es una caca en la acera. Una caca de perro.
Aquí la podéis ver de cerca.
El chucho, cuyo tránsito intestinal parece correcto a la vista del regalo que dejó en la acera frente a nuestra casa, puede ser que fuera solo por el mundo. Mal. Los chuchos no deben ir sueltos y solos.
Pero el asunto es mucho peor si lo llevaba su amo de paseo. Y es lo más probable. En ese caso, aparte de la evidencia ya mencionada sobre el tránsito intestinal del can, hemos de añadir otra. El señor paseante es un  perfecto guarro, un cerdo mondo y lirondo. Esto también es evidente. Y el chucho, en ambos casos, inocente.
Y una cosa os digo. Si supiera quién es, recogería “la mina”, la metería en una cajita y debidamente empaquetada y con un lacito rosa, se la dejaría en la puerta de su casa, o mejor, se la enviaría por mensajería, también con el lacito.
Pero no lo sé. ¡Lastima!
¿Habrá alguna manera de meterle en el coco a la gente que no se puede ir por ahí “enmendando” las calles? ¡Es de un civismo tan elemental! Es, como tantas otras cosas, educación.

viernes, 28 de agosto de 2015

Sólo quito lo que sobra.

Allí estaba, en su pequeño taller, en Gistaín, con un amigo. Trabajaba la madera de boj, a la luz suave que entraba por una ventana orientada al sur, con sus manos y unas herramientas quizá heredadas de su padre o de su abuelo. Era mayor, muy mayor.
Entré con humildad y respeto, sabiéndome “extranjero” en aquel lugar dignificado por el trabajo humano, honesto y antiguo.
Me llamó la atención el cucharón que reposaba en un pequeño expositor y lo compré. Un largo y recio cucharón extraído a mano de un tronco de boj. Era ideal para remover mis guisos a leña y un buen recuerdo.
Cuando me lo entregó me dijo que era el último que le quedaba así, y que no sabía si podría hacer más porque “de la manera que estoy, ¿cómo voy a salir al monte a por la madera?” Realmente era muy mayor, se movía lento y torpe, pero sus manos, a la vista estaba, seguían siendo hábiles.
Y entonces valoré, más todavía de lo que ya valoraba, aquello que tenía en mis manos, y al hombre que me lo vendía. Era él el que salía a la montaña, buscaba el tronco adecuado, lo cortaba, y en su taller lo trabajaba hasta convertirlo en lo que él deseaba “quitando lo que sobra”, como él mismo nos dijo.
Toda una vida “quitando lo que sobra” en aquel rincón sencillo y humilde, una vida ya muy larga que vivía sus últimos veranos. Sí, quizá fuera éste el último cucharón que saliera de las manos de aquel hombre, y eso le dio todavía más valor del que ya tenía por el hecho de ser artesanía en estado puro. Era también testigo y recuerdo de un mundo que, queramos o no, se acaba.





jueves, 27 de agosto de 2015

Contemplando la tormenta.

Me gustan las tormentas. Y cuando puedo contemplarlas desde un lugar seguro, disfruto del espectáculo, desde mi pequeñez y mi insignificancia, de las fuerzas desatadas de la naturaleza. Siento entonces cómo la conciencia de esa pequeñez y esa insignificancia, me hace relativizar todo aquello que no es de verdad importante, y me siento entonces extrañamente libre.

Un rayo cae sobre el Balcón de Pineta.

domingo, 23 de agosto de 2015

Tormenta en el circo de Pineta.

Fue el sábado por la tarde. Había estado lloviendo todo el día con suavidad, parando a ratos. El cielo, muy cerrado, no daba pie a pensar en mejoría alguna, así que decidimos hacer tiempo hasta la hora de cenar dando un paseo en coche hasta el circo de Pineta, cuando ya se queda solitario y tranquilo.
¡Y qué espectáculo nos regaló la montaña esa tarde! Aunque es difícil de describir, voy a intentar hacerlo. Quizá las palabras, junto a las fotos, permitan hacerse una idea de lo que fue aquello. Sólo hacerse una idea.
Estaba muy oscuro cuando cruzamos el río Cinca y paramos en los prados, ya solitarios, que se extienden entre el bosque, a los pies de las soberbias murallas del circo de Pineta. Las nubes, negras y grises, se movían inquietantes sobre nosotros, enredándose en las altas paredes, las crestas aéreas, las cimas a ratos difuminadas, a ratos ocultas.
Lloviznaba. De pronto un trueno lejano nos anunció la tormenta que en menos de quince minutos estaba sobre nosotros. Nos refugiamos en el coche y desde allí vimos la cortina de agua que convertía al paisaje en silueta y se abalanzaba sobre Pineta, los árboles agitados violentamente por el viento, los relámpagos, los rayos y los truenos, el granizo…
Pasada una media hora, lo fuerte de la tormenta fue pasando, y entonces se abrió ante nosotros un espectáculo abrumador de puro bello, sobrecogedor. Las montañas fueron apareciendo entre las nubes blancas del granizo, más de doce cascadas, despeñándose desde lo alto, surcaban las paredes del circo de Pineta, y el río Cinca que, no hacía ni una hora, corría humilde y limpio entre las piedras de su lecho, era una corriente impetuosa, marrón, envuelta en una bruma helada, y cuyo sonido salvaje ahogaba cualquier otro, incluso el de la  tormenta que se alejaba hacia el este.
Fue de verdad un magnífico regalo aquel rato, aquella tormenta allá en Pineta. Estas palabras, y las fotos que podéis ver a continuación, sólo son un pálido reflejo de lo que ayer por la tarde vivimos Isabel y yo, a los pies del Monte Perdido.

Cuando llegamos al circo de Pineta, el Cinca bajaba limpio y humilde. El cielo, ya muy negro.
La silueta del Balcón de Pineta se recortaba contra el cielo amenazador.
Las montañas que rodean los llanos de Lalarri fueron ocultadas por las nubes.
El trueno y la cortina de agua abalanzándose sobre nosotros.
Al pasar lo fuerte de la tormenta bajaban cascadas por todas partes.
La cascada del Cinca, la más importante del circo de Pineta, bajaba salvaje, inmensa, poderosa.
Y el circo entero, blanqueado por el granizo, se lleno de cascadas.
En algunas zonas la granizada fue importante.
Y el río, en menos de una hora era otro. Comparadlo con la primera foto.
El agua bajaba por todas partes, pero el fragor del Cinca ocultaba todos los sonidos.
El río, enloquecido, bajaba casi desbordado valle abajo, hacia la tormenta que se alejaba.
La temperatura se desplomó y la corriente fue envolviéndose en una bruma helada.


sábado, 22 de agosto de 2015

Encuentro con un "inglés errante".


Llano de Petramula, en el valle de Chisagüés. Se ve la pista de acceso y la furgoneta del "inglés errante".

Llovía mansamente esta mañana, sin estruendo, pero llovía bien, y esta tarde una fuerte tormenta ha dejado mucha agua, granizo, viento… se agradece después de unos días de cielo azul, de sol, de sendas, laderas, crestas y cimas. Ha sido día de reposo, de ver llover a través de la ventana, de comer bien, dormir mejor, de reponerse para volver a echarse al monte cuando vuelva el buen tiempo.
Y de pensar. Y hoy, desde la comodidad de un buen apartamento en Bielsa, pienso en el hombre que me encontré ayer en la montaña, con el que “hablé” un ratito, si es que hablar se puede llamar a lo que hicimos.
Estaba solo, con su furgoneta de matrícula inglesa, antigua, toda pintada con dibujos de montañas. Había subido hasta un prado, por una pista forestal mala, muy mala en algunos tramos, lo que me resultó inverosímil, pero allí estaba, sonriente cuando me vio llegar, admirándose con expresivos gestos de la belleza del lugar.
Había hecho la colada y tenía la ropa tendida al sol. La furgoneta abierta mostraba un camastro, varias cajas de comida y material de montaña, que me pareció de cierto nivel, y libros.
Por señas, pues él solo hablaba inglés, y yo no sé nada de inglés, me dijo que había estado en la La Munia, un tresmil importante, y que pensaba quedarse dos días allí. Le dije que venía mal tiempo precisamente para los próximos dos días y creo que me respondió algo así como que comería, dormiría, leería…en fin, que si hacía buen tiempo OK, si lo hacía malo, también OK.
Después sacó un mapa de carreteras, que bien poco le servía allí, y me pidió que lo orientara en la zona. Saqué entonces el mío de montaña y, tras mostrar gran alegría, lo fotografió con su cámara, y luego escuchó atentamente mis explicaciones sin perder de vista mi dedo que se deslizaba sobre el mapa marcando valles y cumbres.
Con un “veritankyou” que sí entendí y un efusivo “gudbay”, que también entendí, se despidió aquel hombre cuarentón, rubio, delgado y de intensos ojos azules. Y allí se quedó, más solo que la una, a casi dos mil metros, en un precioso rincón del Pirineo llamado Petramula, en el valle de Chisagüés.
Y ahora pienso que estará allá arriba solo, en su furgoneta, hoy no creo que haya ido nadie por allí, mientras el paisaje todo, ayer espléndido, habrá desaparecido envuelto en nubes y brumas. Oscuridad y silencio, roto por el sonido de la lluvia y el granizo en el techo de su “casa”, el rumor del torrente junto al que estaba y el trueno, imponente en la montaña. Y es que hay tantas formas de vivir la vida, de encontrar sentido a la existencia. Yo, a aquel hombre lo vi feliz, trasmitía paz, olía a libertad…¿quizá a demasiada soledad?...
         No sé. No sé nada más de él, ni sabré nunca, pero el encuentro dejó en mí un agradable sabor de boca. Fue el bonito final de un muy buen día de montaña. Por eso lo comparto.



viernes, 14 de agosto de 2015

¡Qué razón tan hueca!

El perrito estaba en su pueblo y andaba suelto por la calle, por una calle de fiesta, porque este fin de semana había en Artíes un mercadillo medieval.
Quiso la mala fortuna que se acercara a un perro grande, esbelto, soberbio, que bien sujeto por su dueño paseaba entre los tenderetes. Fue todo muy rápido, y el perrito huyó, quejándose, hacia su amo, un chiquillo que se lo llevó al brazo, suponemos que a su casa.
El amo del perro grande ni se inmutó, y cuando una niña algo más mayor, posiblemente la hermana del chiquillo, fue decidida, nerviosa e indignada a decirle que le había roto una pata, le dijo algo y siguió a la suyo, indiferente, altivo.  Haberlo llevado atado, yo lo estaba haciendo bien, suponemos que fue lo que le dijo. Ni se ha disculpado, ni siquiera  se ha disculpado decía la niña, entre dientes, rabiosa, volviendo a su casa. A ella sí la oímos.
Y ya está. Tenía razón el amo del perro grande. No había nada que hacer, nadie a quien acudir. Pero qué razón tan hueca, tan sin alma, tan lejos de la auténtica justicia.
Nos quedamos Isabel, la chica de uno de los tenderetes y yo, quizá únicos testigos de lo acontecido, con la triste certeza de que una vez más el pez grande se come al chico, y encima, el pez chico, no tuvo ni el pobre consuelo de una disculpa.
¿Y sabéis lo que pensé viendo salir del mercadillo a aquel hombre con su perro? Que aún estaría orgulloso de la hazaña de su chucho. 

jueves, 6 de agosto de 2015

Chapuzones que me han dado escalofríos.


Para mí, las vacaciones no son sólo no ir a trabajar y tener, por consiguiente, más tiempo libre, sino poder desconectarme del devenir social y político, de tal modo que no me entere de nada, en la medida de lo posible, y poder así “re-centrar” mi vida, porque es bien cierto lo que decía Pedro Ruiz en el periódico, el otro día, con la actualidad nos secuestran de nuestras vidas.
Por eso, ni tele, ni periódicos, ni radio y si alguien me viene con historias, le invito amablemente a que cambie de tercio, ya que los pocos y fortuitos chapuzones que me he dado en la actualidad sociopolítica desde que inicié “la desconexión”, me han dado simple y llanamente escalofríos. No me han resultado para nada refrescantes.
Porque no refresca nada en absoluto comprobar cómo muchas de las páginas escritas hace cien años por Machado o Unamuno son de la más rabiosa actualidad, evidenciándose de este modo que, al menos en este país, para poco sirve la historia, como no sea para repetirla indefinidamente en una suerte de bucle temporal cuyo fin último es la autodestrucción.
Claro que si no has leído en la vida a Machado o Unamuno, pues no te llevas el susto, y encima crees que estás avanzando hacia algún sitio. Sí, esta debe ser la explicación de lo que veo que pasa, el saber poca historia, o saberla distorsionada, y el poco sentido común.
Pero bueno, mientras pueda, quiero seguir de vacaciones. Cuando acaben, habrá que coger al toro por los cuernos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

El día del Midí.

            Hace dos años, tal día como hoy, escribí en el blog:

Isabel, hoy hace 21 años, hacia el medio día, coronaste el Pic de Midí d´Ossau, de 2884 metros, un viejo volcán extinguido, una hermosísima montaña que te cautivó desde que la conociste. Del conocimiento que te lleva al deseo, pasaste a la acción que hace posible que ese deseo se haga realidad, y después, a la profunda satisfacción de haber gozado de esa realidad conseguida.
Fuimos felices aquel 5 de agosto de1992, en la aérea cumbre del Midí. Un bonito recuerdo que nos impulsa a seguir recorriendo caminos, buscando cimas…

Y este pasado 7 de junio, con mi amigo Jose, volví a subirlo, 23 años después, y entonces comprendí, más todavía si cabe, tus ganas, tu ilusión, tu esfuerzo por llegar, tu alegría por estar allá arriba, y el profundo significado de todo aquello. ¡Es toda una señora montaña! Exigente, bellísima.
Por eso hoy, 5 de agosto de 2015 es, un año más, tu día del Midí, con todo lo que eso significa.¡Enhorabuena!
Y a continuación, para celebrarlo, 18 fotos del Midí desde diferentes perspectivas.

En verano, desde el refugio francés de Ayous.
En invierno, desde el camino al Pic d´Estremere.
En otoño, desde la Corona de los Farallones.
En invierno desde la Punta Estremera.
En verano desde el Pic de la Sagette, cerca de la estación de esquí de Artouste.
En primavera, un día brumoso, desde el Portalet.
En verano, desde los bosques del camino a Ayous.
En verano desde el Pequeño Arriel.
En primavera desde las proximidades del Portalet.
En primavera, desde el camino al Pic d´Estremere.
En primavera, subiendo al Peyreget.
En verano, desde el camino al refugio de la Pombie.
En verano, desde el refugio de la Pombie.
En verano, desde el pico Peyreget.
En verano, desde los lagos de Ayous.
En verano, bajando del Peyreget
En primavera, desde el Pico Anayet.